Ortega, en su libro La Rebelión de las Masas, escrito en 1929, decía:
“el hombre-masa es el que no actúa por sí mismo» … «El hombre-masa tenderá a exigir que cualquier necesidad la asuma inmediatamente el Estado, y que el Estado se encargue directamente de resolver sus problemas con sus gigantescos e incontrolables recursos»
“el hombre-masa es un satisfecho de sí mismo, de su vulgaridad, de la que no siente vergüenza. Esa dureza de caparazón con la que vive indolentemente, oculta un vicio interior que le hace indiferente a lo que le rodea y, en consecuencia, deja en manos del Estado toda capacidad de desarrollo político de la sociedad”
Delante de una sola persona podemos saber si es masa o no. Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo- en bien o en mal- por razones especiales, sino que se siente “como todo el mundo”, y, sin embargo, no se angustia, se siente a salvo al saberse idéntico a los demás.
El hombre integrante de la masa se cree que con lo que sabe ya tiene más que suficiente y no tiene la más mínima curiosidad por saber más. El hombre-masa es el hombre cuya vida carece de proyectos y va a la deriva. Por eso no construye nada, aunque sus posibilidades, sus poderes, sean enormes.
Esta actitud, que anticipaba Ortega hace 84 años, se ha desarrollado y hecho evidente en los últimos treinta años. El hombre-masa impera hoy en nuestras sociedades europeas y, especialmente en España.
Ante esta actitud, el Estado ha ido extendiéndose a los largo y ancho de la sociedad civil, invadiendo todos los campos mediante fundaciones y empresas públicas, cuando no actuando directamente a través de los organismos de las administraciones públicas. Generando nepotismo, corrupción y despilfarro. Además ha ido ordenando y disciplinando el comportamiento de los ciudadanos hasta aspectos increíbles, cercenando su capacidad de decisión, limitando sus responsabilidades y ahogando su libertad, relegándole a seguir estrictamente las normativas impuestas sobre su comportamiento -debe cumplir las normas y no pensar- mientras otros deciden por él.
Poco a poco vamos avanzando hacia un mundo como el planteado por George Orwell en su libro 1984 con la presencia de «El Gran Hermano». ¿Es esto lo que se merece el hombre? ¿Está nuestro futuro en lo que irónicamente Huxley llamaba «Un mundo feliz? Si no hacemos nada, cada día lo veo más cercano.
Es necesario una acción que rompa con esta situación; un renacimiento, un movimiento firme que sea capaz de cambiar las cosas, que se base en los ideales de la iniciativa, el emprendimiento, el reconocimiento del heroísmo, del valor, de la exaltación del individuo y su libertad para progresar en lo cultural, en lo económico y en lo social.
Es necesario un proyecto de ilusión que ponga en pié a la gente y la haga reaccionar con anhelo y firmeza para superarse cada día, para ser mejor cada día, y estar orgullosos de los que hacemos, de lo que damos, para lograr un pueblo, una nación, un mundo más culto, más sabio, más fuerte, más feliz, más completo.
¿Es la hora de la rebelión de las masas?
Escrito por Ignacio Para Rodríguez-Santana el junio 22nd, 2013
Adecuada reflexión para los tiempos actuales donde hemos confundido y sustituido la MERITOCRACIA por la MEDIOCRIDAD. A lo largo de la Historia de la Humanidad las Masas a las que se refiere Ortega han sido esa cara miserable del ser humano como reflejaba Víctor Hugo en su admirable prosa. Lo malo, y yo me atrevo a decir que lo peor de la situación actual, es que hasta ahora siempre existía una aristocracia intelectual que representaba el poder dirigente que hacia progresar a la humanidad. En términos caseros y de pensamiento común: para la «masa» de trigo teníamos «levadura» que lo transformaba en «pan». La situacióan actual es que no tenemos levadura. ¿Donde están los intelectuales que como la levadura transformen a las masas? ¿Donde estan los pensadores como Ortega? Vivimos en una sociedad integrada, más que por ejemplares del género humano, por rebaños del «genero lanar» y nuestros «pastores», osea los líderes sociales, no sólo son más MASA aún, sino que además son más MISERABLES. Gracias por la reflexión, espero que contribuya a darnos cuenta que lo peor de la crisis actual no es el problema económico (de mucho peores hemos salido) sino la degradación ética y moral al que el relativismo nos está llevando dirigidos por unos líderes que, parafraseando a W. Churchill, sentenciaríamos: «nunca tan pocos han hecho tando daño a tantos».