La politica monetaria no es suficiente para la recuperación económica europea. Debe de ir acompañada de una política fiscal que ayude a la reactivación económica.
Pero el problema de Unión Europea es un problema de competitividad y de digestión de su ampliación con los países del este. La UE sufre un desequilibrio en relación con el grado de desarrollo económico de los países que la integran. Un problema que dificulta la adopción de medidas comunes.
No nos engañemos, sólo con medidas económicas, ya sean estas monetarias, fiscales o arancelarias no se sale de las crisis no son suficientes para el progreso económico. Es necesario que haya una sensación de confianza en nosotros mismos, de orgullo de lo que somos y podemos ser, de ilusión por mejorar. Es necesaria la conciencia de un proyecto común. Y no la hay. No estamos orgullosos de nosotros mismos. No valoramos lo que somos ni lo que tenemos. Nos hemos puesto a dilapidar nuestra memoria histórica. No nos hemos recuperado de nuestra última guerra civil finalizada en el 45.
Sumidos en la europafobia y en la hispanofobia vamos erráticos tras cualquier pensamiento, cultura o doctrina subdesarrollada y primaria. Nos negamos a tener hijos, despreciamos la maternidad y vivimos inmersos en el hedonismo y la indolencia.
Parecen catastrofistas estos pensamientos pero no lo son. No padecemos un «invierno» demográfico europeo, no; porque no habrá «primavera». Estamos entrando en una situación de imposible vuelta atrás, pues no habrá suficientes mujeres con capacidad de procrear. Estamos en un proceso de suicidio demográfico que acabara con la población autóctona en poco más de 100 años. Y a la vez creando una sociedad de ancianos en la que las prestaciones sociales que ahora conocemos serán insostenibles. Europa esta ya siendo invadida por los bárbaros del sur.
La II Guerra Mundial, que arrasó Europa, acabó con su cultura y con la autoestima de los europeos, llevándonos poco a poco a esta situación en que estamos ahora.
Y ante esta crisis identitaria, esta crisis moral y de valores, es necesario el surgimiento de líderes que sean capaces de sacarnos de nuestra indolencia decadente, que sean capaces de ilusionarnos y devolvernos nuestra dignidad como europeos, de recuperar nuestros valores, nuestra ilusión por progresar, nuestra ilusión por nuestros hijos y nietos. Necesitamos volver a la valentía colectiva, si no reaccionamos ya, lo perderemos todo.
La mayoría de los países europeos, como España, van camino del “Sucidio Demográfico”. Como la natalidad es de las más bajas del mundo dentro de unos años será imposible pagar los servicios públicos. Sin embargo, en vez de apoyar la natalidad y una inmigración selecta, se apoya la entrada de gente conflictiva (“papeles para todos”, “nadie es extranjero”). Tampoco se exige reciprocidad en los tratados internacionales: si tú puedes financiar mezquitas, medios de comunicación y centros de enseñanza en mi país, yo puedo hacer lo mismo en tu país. No se controla la ayuda que reciben los países de procedencia de los inmigrantes (que hacen la vista gorda cuando les conviene pedir más dinero).
La presencia de éste tipo de gente en Europa, su continuo crecimiento frente al estancamiento de la población “autóctona” y la cada vez mayor simpatía o tolerancia ante cosas que son preocupantes (los problemas con el velo, el halal, los ritos funerarios, la presencia de europeos entre los yihadistas, el auge del radicalismo islámico o de la autoexclusión de colectivos musulmanes, la actitud de ciertos predicadores) nos convertirán pronto en extranjeros en nuestra propia tierra y Europa, con España a la cabeza, desaparecerá.