Estaba sentado al atardecer cerca de la piscina, a la sombra de una encina, junto a la pérgola sin techo, escuchando una selección de música clásica suave y agradable. Al poco rato los barrotes de la pérgola se fueron llenando de golondrinas. Primero dos, luego cuatro, cinco, siete, ¡catorce! Sí, catorce golondrinas a dos o […]