Nada más lejos de mi intención que defender ningún tipo de racismo. En absoluto. No hay razas superiores ni inferiores. Solo hay culturas diferentes. Cada una con más o menos valores, más o menos conocimientos, adelantos científicos desarrollos artísticos y tecnológicos.
La cultura europea ha sido la más desarrollada del mundo y sobre la que ha pivotado el desarrollo del resto de los países, Extremo Oriente, América, Australia… Todos estos países han ido asimilando los rasgos culturales europeos incorporando la música, el arte, la vestimenta, la moda y, sobre todo, la ciencia y la tecnología generada en Europa. Hoy puede decirse que estos países ya son en mayor parte europeos y han asimilado estos valores y son capaces de desarrollarlos de manera independiente, aunque mantengan ciertos aspectos específicos de su cultura y tradiciones.
Estos mismos países: China, Japón, Estados Unidos, Australia, tienen muy reglamentada la inmigración, de manera que solo se admiten a inmigrantes que aporten valor, que sean solventes y que no supongan competencia laboral respecto a los propios nacionales. De esta manera gestionan una inmigración selectiva de manera que la población inmigrante suponga una aportación a la riqueza y desarrollo del país.
Son estos países desarrollados los que deben de dar oportunidades de desarrollo a los que no lo están, fundamentalmente mediante el establecimiento de acuerdos de comercio y de inversión que los hagas salir de su subdesarrollo y, si fuera el caso, ayudarlos a liberarse de aquello dictadores que impidan el desarrollo de su libertad y su cultura económica y social. Hay que enseñarles a pescar antes que darles peces. Las ayudas descoordinadas pueden causar desequilibrios que causen más trastornos que aquellos que se querían solucionas. El libre comercio internacional y la globalidad pueden ser una gran oportunidad para el desarrollo de los países pobres.
En España, el Mesianismo de la izquierda y la irresponsabilidad de nuestros gobernantes ofreciendo a todo el mundo que viniera sanidad total gratuita para él y sus familiares, apoyo en alimento y vivienda, así como la oportunidad de trabajar durante la era del boom del ladrillo, significó un efecto llamada, acrecentada además con la utopía de la “Alianza de Civilizaciones”, que provocó que entraran en nuestro país más de seis millones de inmigrantes, casi a un millón por año. La inmensa mayoría, con muy baja formación y cualificación, entraron o permanecieron de forma ilegal.
En ese mismo período la población nativa española no creció, quedando estacionada en aproximadamente cuarenta millones de personas. El empecinamiento de la izquierda en defender el aborto, la desatención a las familias y a las madres y, sobre todo, el desarrollo de una cultura en la que se asimila el embarazo a una enfermedad y al aborto a un tratamiento terapéutico, y el ataque al valor fundamental del hombre como es el derecho a la vida, así como la ceguera demográfica de los dirigentes del país, nos ha llevado a una crisis demográfica que indudablemente acrecentará la crisis económica, fiscal y financiera.
Tenemos más de cinco millones de parados, y van ya para seis, y tenemos que centrarnos en nuestros parados. Nuestros compatriotas. Como en una familia la responsabilidad de los padres comienza por sus hijos, en una nación la responsabilidad de sus gobernantes comienza por sus compatriotas. Esa es la palabra.
Por ello hay que tomar medidas que transformen el efecto llamada de Zapatero por un efecto disuasorio. Es necesario que los extranjeros en situación irregular, los sin papeles, sean repatriados a sus países de origen; que los extranjeros en paro sean también repatriados a sus países de origen aunque siguieran cobrando en su país la prestación por desempleo que les correspondiera.
Europa, no solo España, debe de liberarse de la mayoría de los inmigrantes extracomunitarios y propiciar las migraciones internas con el fin de ajustar las necesidades de trabajo. No podemos tener tanto paro en algunas regiones europeas, no podemos tener tantos desequilibrios. Debemos de procurar resolverlos entre nuestros países porque la crisis demográfica afecta no solo a España sino a otros países importantes como Alemania o Italia.
La permanente entrada en Europa de inmigrantes de cultura musulmana, con bajo nivel educativo, desde los países del norte de África, de Oriente Medio y Asia es un peligro para la pervivencia de nuestra cultura y nuestra economía. No es una inmigración que se integre ni que tenga ánimo de integración, sino que es una inmigración con ánimo de conquista y de imposición de su cultura y de su religión. No hay más que oír a los imanes de las mezquitas españolas y europeas. “nosotros vinimos en pateras pero vosotros vais a salir a nado” decía recientemente una musulmana en una pescadería de Segovia. Vienen con la intención decidida de procrear en Europa cuanto más y más rápidamente mejor. Es la nueva forma de invasión.
Las democracias son muy débiles ante los que no son demócratas. Por eso hay que desarrollar acciones y establecer procedimientos que la protejan, tanto de los de dentro como de los de fuera, mediante leyes y mediante su decidida aplicación y cumplimiento. No podemos ser ingenuos pues nos va el futuro de nuestros hijos y nietos en ello.
Por este motivo hay que replantearse el otorgamiento de la nacionalidad con muchísimo más rigor (como hacen muchos otros países), de manera que un inmigrante, por muchos años que lleve, no debería tener acceso a la nacionalidad española a no ser que se demostrara una completa asimilación de nuestra cultura y tradiciones y el acatamiento sin reservas de ninguna índole de nuestra constitución y de nuestro ordenamiento jurídico. Incluso los nacidos de padre extranjero, no deberían recibir automáticamente la nacionalidad. No se puede permitir la existencia de guetos de ninguna naturaleza que dividan a la sociedad y menos que traten de dominarla destruyendo la democracia y la libertad.
Ignacio, aplaudo tu reflexión, porque lo que comentas es la absoluta verdad, pero yo debo ser más crítico con quienes han seguido una polítca populista, esta izquierda de tres al cuarto que tenemos en este país. ¡Cuanto daríamos porque las izquierdas se desparastasen!, claro, que tendrían que someterse a un ciclo completo de sesiones terapéuticas imprescindibles. pero ¿Como pueden seguir anclado en el siglo XIX sin posibilidad de que vean el siglo XXI en el que viven?. Basta examinar la trayectoria de quien fuera ¿ministro? Caldera para comprender el nivel de decisiones al que nos enfrentábamos con Zapatero al frente,esa desgracia de presidente, con minúscula, premiado en el Consejo de Estado cuando tendría que enfrentarse a un juicio en el fuera juez la fiscalía y esta sociedad, que tanto está sufriendo por su incompetencia. Al César lo que es del Cásar y a Zaparatero lo que se merece, basta ya de estar callados y al que se lo merezca hay que peseguilo hasta el final; seguiré en otro comentario en mi blog para no entorpecer tu línea. Enhorabuena por tu reflexión siempre tan válida.
Ignacio,
Totalmente de acuerdo contigo, excepto en lo que se refiere a la nacionalidad por nacimiento, el que nace en un país es ciudadano de ese país, es un derecho que me parece justo y lógico, independientemente de donde sean sus padres… , yo soy inmigrante, llegue aquí hace 17 años y no he hecho otra cosa que trabajar… Y he tenido que ver como los inmigrantes que trabajan menos, por su renta baja, acceden a ayudas y otras prerrogativas a la que yo no podía acogerme.
Claro, Rigo. Tú estás totalmente integrado, formas parte de nuestra cultura y has contribuido a su enriquecimiento. Ademas hay otras circunstancias. Eres Cubano y participas de la misma cultura que la española. Y estás casado con una española y tienes hijos españoles.
Lo que hay que evitar es que accedan a la nacionalidad inmigrantes que no se integran ni culturalmente ni económicamente y que forman guetos diferenciados siguiendo sus hijos en esos guetos ajenos a la cultura y los valores del país. Ni siquiera aprenden el idioma. Esos hijos nacen en el país pero solo circunstancialmente pues no se consideran ellos mismos verdaderos hijos del país en el que nacieron.
Hay que encontrar fórmulas, lo mas justas posibles, que nos protejan de una invasión descontrolada, no integrada y que, sin estar integrados, puedan acceder a la nacionalidad. Mira el caso de Dinamarca y de muchos otros países que contemplan esas medidas.