¿Cuál va a ser el futuro de la Biomedicina? Hay algo de lo que yo estoy seguro: el futuro de la medicina es la biomedicina. La biomedicina será una importante arma para la prevención de las enfermedades, que estará centrada en la gestión de los riesgos personales derivados de sus características genómicas. Hoy ya se están recogiendo sus frutos en relación con la prevención de enfermedades graves como el cáncer o las enfermedades cardiovasculares e incluso la hipertensión arterial. Es necesario evaluar ya la necesidad de realizar screening en poblaciones de riego que eviten el desarrollo de enfermedades agudas y costosas.
El desarrollo de las ciencias ómicas como la proteómica, la genómica y la metabolómica, los estudios sobre el metabolismo, el sistema inmunológico, la reproducción celular y la acción de los procesos infecciosos e inflamatorios, así como el estrés oxidativo, están produciendo importantes resultados en el tratamiento del cáncer y de la mayoría de las enfermedades raras, así como en el desarrollo de la medicina regenerativa y en la lucha contra el envejecimiento.
El desarrollo de vectores víricos que actúan sobre el comportamiento celular o en la modificación de expresiones genéticas será un arma terapéutica indudable en el futuro y el conocimiento de las características genéticas está permitiendo identificar el tipo de enfermedad y el tratamiento farmacéutico más adecuado a esa tipología personalizada. La farmacogenómica.
La medicina del futuro será una medicina personalizada y en la que se utilizarán también terapias autólogas, es decir con procesos terapéuticos generados por el propio organismo del paciente y a partir de sus propias células, humores y tejidos.
Ello significa que no solo hablaremos de biofármacos sino también de servicios, de técnicas y procesos, de manera que las biofarmacéuticas serán también empresas de servicios y no venderán solo productos.
Hablando ahora de la investigación, el desarrollo y la innovación, creo que deben de romperse los moldes actuales basados en una investigación desarrollada en su mayor parte por funcionarios públicos y valorada y retribuida en función de las publicaciones científicas, para pasar a un modelo de competitividad, basado en resultados, es decir, patentes, ventas y convenios o procesos de comercialización.
Necesitamos una mayor presencia de la investigación privada, necesitamos mayor colaboración público-privada, necesitamos crear entornos de competencia y competitividad que fuercen a la innovación, a la creatividad y al éxito en los resultados.
Según recientemente comentaba el director de Genoma España, nuestro perfil es asimétrico: somos fuertes en la creación de empresas y, relativamente, en publicaciones de trabajos, pero muy débiles en facturación y en patentes. Porque el desarrollo de la investigación y la innovación en España no se logra a base de fomentar la creación de pequeñas empresas desde los parques científicos o tecnológicos y de financiar proyectos de investigación cuyos resultados se minen en publicaciones, no. El desarrollo de la investigación de produce creando un buen caldo de cultivo, es decir, proporcionando trasparencia, competencia y marcos regulatorios que favorezcan resultados en patentes, acuerdos con compañías farmacéuticas o biofarmacéuticas con capacidad de comercialización y apoyando desde el sector público a la industria nacional y promocionando su exportación.
Los Hospitales, las Universidades y los Centros de Investigación, en un entorno de autogestión y competitividad nacional e internacional, deben de contemplar que sus resultados en conocimiento, en investigación, son los mejores reclamos para situarse como centros de referencia nacional e internacional. Estamos en un mundo global.