La libertad de comercio solo se puede ejercer con aquellos países que son libres. Europa no debe ejercer la libertad de comercio con mercados en los que la falta de libertad crea situaciones de prevalencia en la competitividad.

En un mundo «global» hay que protegerse. Hay más oportunidades pero también hay más peligros. Si persistimos en ese liberalismo extremo, Europa irá perdiendo significativamente su posición en la economía mundial, disminuirá su actividad económica, y su bienestar social de manera irremediable. Europa ya no puede con las cargas que se ha echado a la espalda. Y cada vez menos.

La mayor crisis, sin embargo, vendrá de la mano del acelerado proceso de descenso demográfico en el que estamos entrando, que provocará a su vez el descenso de la actividad económica de manera muy significativa. Sólo la población inmigrante y de bajos ingresos crecerá. La posible inmigración cada vez será de menor calidad cultural y con ideas políticas y religiosas fundamentalistas que sólo augurarán caos económico y social.

Europa sufrirá una involución económica y social. La Europa que ahora conocemos desaparecerá.

Perderemos las libertades y conquistas sociales ganadas con esfuerzo y sangre a lo largo del siglo XX.

Todo esto ocurrirá gracias a la voracidad de los mercados financieros, el cortoplacismo de políticos y empresarios y la indolencia, egoísmo e irresponsabilidad de una gran parte de los ciudadanos que, en vez de trabajar por salvar nuestra civilización y esforzarse por mejorarla y asegurar un futuro mejor para nuestros hijos y nietos, se refugian en el individualismo, en el resentimiento y en la indolencia relativista.

Hay que reencontrar nuestros valores del reconocimiento del mérito, del esfuerzo, de la voluntad; y nuestras virtudes de solidaridad y del amor al próximo. Recuperar la fe y la esperanza en nosotros mismos y nuestro afán de superación.

Es necesario un cambio radical. Es necesario que aquellas personas que tengan capacidad de influir en la opinión de políticos, financieros, empresarios, periodistas y ciudadanos reaccionen ante este peligro que se nos viene encima, que nos esta afectando ya y con dureza, para que se produzcan los cambios políticos, económicos y sociales que garanticen la supervivencia de nuestros pueblos y sus libertades, recobrando la ilusión y el sano orgullo de lo que somos y de lo que hemos conseguido. Todos los europeos. Todos. No podemos relegar la ilusión y el orgullo a los pequeños nacionalismos tribales a merced de los intereses políticos de los caciques de turno.

Aquellos que tenéis capacidad de influencia, ¡concienciaros!, se nos están acabando nuestras oportunidades.

Es necesario un movimiento ciudadano responsable y altruista. Un movimiento que necesita la union y el apoyo de todas las almas nobles. Si no, caeremos en manos de la anarquía y los grupos extremistas, siempre acechando en el entorno del resentimiento, la envidia y el desprecio a los mejores.

Es nuestra responsabilidad.