Las rosas de tu perfume
dentro de tu jardín están,
déjame ya que me asome,
por favor, déjame entrar.
Que este aroma me fascina
y no me puedo ya aguantar
y mi mente se obnubila
oyendo tu bello cantar.
De esa dulce melodía
déjame participar
soñando noche y día
con tus rosas a la par.
Con olor suave y melodía
en tu jardín imaginado,
soñado por mi noche y día,
gozando de él a tu lado.
Por favor, déjame entrar,
déjame aún sólo mirar.
. . .
De tu jardín las rosas
dejaron de ser hermosas
y se secaron al fin.
Tu voz blanca y deliciosa
se volvió gris y temblorosa
quebrándose ya por fin.
Y yo con ellas no estaba
y yo contigo no cantaba…
. . .
Ya entrar no me interesa
ya no quiero tu jardín,
ya quererlo no me pesa
y me iré al otro confín.
Superando la tristeza
voy en busca de la ilusión
afrontando con entereza
la belleza y la pasión.