Justificando el mal u ocultándolo no se consigue pararlo. El mal hay que ponerlo de manifiesto y denunciarlo y condenarlo siempre claramente y sin paliativos.
Bajo la posición del relativismo se permite que el mal se expanda y se afiance cubriendo nuestras vidas de manera irremediable.
Si no se combate el mal, si no se denuncia claramente, llega un momento en que la gente no llega a distinguir claramente entre el bien y el mal. Es más, cada vez más gente se inclinará hacia el mal, con los ojos y la mente cerrados, tomándolo como su bien.