Recuerdo la lectura sosegada de unos versos escritos por el que la tradición poética ha venido a nombrar como “el hermano de Antonio Machado” y que yo reivindico como Poeta excelso, no por genealogía, sino por contenido. En su célebre poema CASTILLA, dedicado a Manuel Reina, releo la estrofa, Manuel Machado decía: “¡Buen Cid! Pasad… el Rey nos dará muerte, arruinará la casa y sembrará de sal el pobre campo que mi padre trabaja…”. Es uno de esos tintineos que en mi alma resuenan y que me trasmiten lo más querido de la poesía: ternura. Simplemente por esto merece la pena también recordar a Antonio como el hermano de Manuel Machado.

Si los versos de Manuel Machado me han iniciado en la escritura de estos párrafos, son sus originales ideas las que dan justificación al encargo que el autor de esta mezcla de poemario y cancionero me hizo recientemente. Ignacio Para me invitó a realizar un prólogo para El sonido del tiempo, lo que hice con sumo gusto, para posteriormente encargarme su transformación en un epílogo poético aderezado por un soneto final, muestra clara y evidente del exceso de confianza del Autor en mi humilde intelecto.

Prólogo y epílogo, la A y la Z, el alfa y la omega o, como referiría el libro de libros, el principio y el fin. Labor ardua y hasta cierto punto complicada. Gracias a un recopilatorio de Poetas Andaluces que me ha servido de inspiración, espero haber podido, como hizo Alejandro en la antigua Frigia, cortar el nudo con el que Gordias había atado su carro al templo de Zeus.

Sin ser médico, Ignacio conoce bien las ciencias de la salud lo que claramente impregna su actividad profesional y poética. Tampoco era médico Manuel Machado pero su prólogoepílogo, que constituye el basamento granítico de mi discurso, se inicia con un “el médico me manda no escribir más”, renunciando a ser un Verlain o un Musset en virtud de un reposo perfecto.

En la lectura de El Sonido del Tiempo, encuentro, como galeno, más que justificados motivos para animar al autor a esforzarse en tonificar el espíritu de los lectores, que para eso están los poetas.

Además musicaliza los poemas y como bien titula los transforma en canciones que no son otra cosa que la expresión sonora de los sentimientos.

A la vida imaginada dedica el autor su centenar de páginas y millares de versos. Qué otra cosa si no podría ser factible en una concatenación poética ya que la realidad narrativa nos alejaría del perfume del alma que es la poesía.

Poesía, poesía, poesía… En 57 poemas en los que se recorre un universo de sentimientos, desde las referencias familiares, oníricas, temporales… incluidas las que nos remiten a la naturaleza, en un claro testimonio romántico remedo de los Keats, Whitman…. como apreciamos en su “Llueve sobre las almas hundidas…. Llueve”.

Combinaciones de estilos, combinaciones de versos. Versos libres, versos blancos. Cuartetas, tercetos, en asonante y en consonante…. sonetos… todo es utilizado por el poeta como herramientas, como arados para abrir las entrañas de esa tierra fértil que es el sentimiento. Sentimiento y adoración por los más próximos, por los de su misma sangre, por los de su misma alma:

”Es mi esposa a quien adoro”

”Mamá dulce y complaciente”

“Adriana, buena, justa y rigurosa”

Y mucho más… el tiempo… la verdad… el silencio… la fuerza… el alma… la libertad… los pilares, los basamentos, las columnas hercúleas que sustentan el imperio personal de ese Sonido del tiempo que da nombre al poemario agudo y luminoso que pasa brevemente, silencioso y con sigilo y que nos conduce inevitablemente a la muerte.

Pero antes LLEGA EL MOMENTO de ver entero el firmamento lleno de estrellas…. Y como concluye el prólogoepílogo de Machado a Ignacio le ha llegado el momento de que “sea su sangre la que destile por su pluma”.

No tengo espacio para un soneto pero me despido con un terceto de arte mayor, utilizado en la poesía culta:

Epilogo poético escribo

Escuchando EL SONIDO DEL TIEMPO

Mensajes que en mi alma recibo

Javier Hernández González
Médico Pediatra
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