A lo largo de mas de ciento cincuenta años el sistema capitalista ha demostrado su eficacia. Este sistema ha posibilitado un desarrollo económico enorme, el disfrute de las libertades y un progreso de la Humanidad si igual.
Evidentemente existen muchas perversiones; y algunas muy graves. Perversiones que amenazan al propio sistema. Pero no por ello hay que acabar con él y sumergirnos en el caos o acabar en dictaduras más o menos comunistas.
Lo que hay que hacer es desarrollar medidas que impidan que se produzcan estas perversiones que atentan contra las libertades, que desprotegen a los inversores, que manipulan los mercados y que permiten el abuso de los dirigentes.
Desarrollar medidas que impidan los monopolios, el engaño, la extorsión, la especulación, y el abuso desde las clases dominantes. Estos son los desafíos que hay que resolver para la perfección del sistema capitalista.
Las libertades hay que protegerlas respecto de aquellos que, aprovechándose de ellas, tratan de cercenarlas en su propio beneficio.
Las regulaciones de los mercados, tanto nacionales como internacionales deben dirigirse por tanto a garantizar la libertad de acceso y la trasparencia se los bienes y servicios, creando y garantizando las condiciones de competencia perfecta, como a evitar las prácticas corruptas, monopolísticas y de acaparamiento con ánimo especulativo. Pero no interviniendo en los mercados como un agente productor más, ni regulando los precios ni alterando el libre funcionamiento del mercado salvo para garantizar esa misma libertad.
Las democracias y los regímenes económicos de los países occidentales tienen defectos, algunos graves; en ellas se han generado perversiones que hay que corregir. Debido a las experiencias sufridas es necesario y posible emprender las reformas, a veces profundas, que las harán mejorar. Pero no destruirlas dejándolas a merced de la demagogia, el populismo y el caos anarquista que las arruinarían.
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