España es un país magnífico, con todo tipo de paisajes y climas, con un patrimonio arquitectónico y un folclore incomparable, una historia impresionante, con bellas ciudades, magníficas autopistas, estupendos hoteles, modernísimos aeropuertos, una red ferroviaria de máxima calidad. Nuestras empresas están por todo el mundo ocupando los primeros lugares en el ranking. España es un país envidiable y envidiado. Admirado.
En España contamos con una amplia protección social y una sanidad de las primeras del mundo con una calidad y unos profesionales de primer nivel. Tenemos pensiones contributivas y no contributivas, prestaciones por desempleo, indemnizaciones por despidos…
Contamos con un envidiable Estado del Bienestar.
En España gozamos de los mayores grados de libertad en todos los aspectos y contamos con un régimen democrático de libertades y participación ciudadana.
Como todo en esta vida, el régimen creado en la transición ha ido desarrollando algunas perversiones que hay que corregir: la corrupción derivada de la antigua ley de financiación de los partidos, el protagonismo excesivo que la ley electoral concede a los partidos nacionalistas, la deriva disgregadora de las Autonomías, del Senado como organismo donde retirar a los compañeros de partido, la falta de separación de los poderes legislativo, judicial y ejecutivo propiciada por el exceso de parlamentarismo, el exceso de poder de los partidos derivado de las listas cerradas electorales, etc.
Pero no lo olvidemos, gozamos de un país privilegiado, donde la gente puede prosperar, donde la gente es libre, donde la educación y la sanidad son gratuitas, donde la incapacidad y la vejez están aseguradas. Tenemos un gran país libre y próspero que hay que mejorar para que lo siga siendo.
Las crisis son una oportunidad para mejorar si se quiere mirar hacia adelante, o para entrar en la ruina y la desesperación que lleva a la muerte, si nos queremos quedar en el resentimiento. De nosotros depende.
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