Europa no debe ser el refugio de naciones fracasadas sino la unión de naciones orgullosas de sí mismas y de su historia y su cultura, y orgullosas de compartirlas y haberlas compartido con el resto de las naciones europeas. Una Europa digna y también satisfecha de sí misma y de su historia, de su cultura, de su civilización. Una Europa de naciones comprometidas a defender la civilización europea, la cultura europea; ilusionadas en el desarrollo de un proyecto común de liderazgo en todos los órdenes. Una Unión Europea reformada, abierta y competitiva. Una Europa de naciones y ciudadanos libres, donde no estén oprimidos por las administraciones públicas. Con una organización eficiente, sin el despilfarro y el gigantismo funcionarial y burocrático actual.
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“Europa, vuelve a encontrarte, sé tú misma”
El 9 de noviembre de 1982 Juan Pablo II pronunció un memorable discurso sobre la identidad europea. En él lanzó un reto: “Desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual, en un clima de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades. Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. No te enorgullezcas por tus conquistas hasta olvidar sus posibles consecuencias negativas. No te deprimas por la pérdida cuantitativa de tu grandeza en el mundo o por las crisis sociales y culturales que te afectan ahora. Tú puedes ser todavía faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo”.