Señor presidente del Casino de Madrid, Vicepresidente 1º del Congreso de Diputados, Profesores profesor Ruiz, profesor Tamames, señor Calvo-Sotelo, es para mí un placer compartir con ustedes esta mesa de debate sobre la conferencia del Prof. Ruiz: Crisis del Estado Nación.
De acuerdo con el pensamiento de José Ignacio Ruiz, los Estados-Nación que se constituyen en el siglo XIX en los que el poder económico, político y social se encontraba fundamentalmente dentro de sus fronteras, hoy en día, ante un mundo globalizado en el que los resortes del poder están muy dispersos, siguen empeñados en comportarse como antes con estructuras políticas y gubernamentales ahora improcedentes ya que tanto el capital como la mano de obra como el resto de recursos productivos están o pueden estar deslocalizados, fuera de sus fronteras. Los comportamientos de estos Estados no pueden estar regidos por los mismos criterios y parámetros que antes. Nos referimos a los Estados Nación europeos, no a Corea, envuelta en sí misma en una férrea dictadura; ni a China, donde a pesar de la economía capitalista sigue habiendo una dictadura de corte comunista.
Las personas pierden las referencias y la seguridad
El problema radica en que en este mundo global, las personas pierden las referencias y la seguridad que antes del daba el Estado-Nación y buscan otras referencias dejándose llevar principalmente por las emociones. La gente se siente huérfana ante una situación en la que los valores patrióticos y religiosos desaparecen y el comportamiento de los políticos es denostado continuamente ante su incapacidad de liderar la sociedad hacia adelante. Los políticos no manejan los resortes del poder; están condicionados, cuando no manipulados, por ellos.
Más que en una crisis del Estado-Nación estamos en una crisis sistémica, como ya daba a entender el profesor Ruiz Rodríguez en su libro “El colapso de Occidente”.
Las emociones
Las emociones, y no el dinero, son las que han movido siempre a las personas, la política y la economía. Y este vacío, esta inseguridad, es el caldo de cultivo para la emergencia de nacionalismos regionalistas ante una Europa racionalista y burocrática.
Y es precisamente el dinero global el que está jugando con las emociones de las personas para llevarlas hacia donde quieren con el fin de rentabilizar más sus inversiones.
Por eso se necesita desencadenar y aunar emociones que respondan a nuestros intereses como pueblo, como cultura. Todos los pueblos de Europa, desde Irlanda a Rusia, tenemos una cultura compartida, una historia fuertemente ligada entre todos. Aunque hablemos lenguas diferentes, nuestros valores, nuestro arte, nuestra música, nuestra arquitectura, nuestros sentimientos religiosos, son compartidos, son prácticamente iguales en todos los sitios. Tenemos una historia única y una cultura única. A pesar de que nos hayamos pegado entre nosotros y mantenido las peores guerras de la historia, somos hermanos. Nuestras diferencias son nimias comparadas con las diferencias con otras culturas. Y sin menospreciar a estas, sino poniéndolas en valor, debemos de estar orgullosos de la nuestra que ha sido el faro civilizador de todos los pueblos de la tierra.
Europa
En Europa se deben poner de relieve los rasgos de identidad Europea, de cultura europea, creando un sentimiento de unión y orgullo de pertenencia, cosa cuyos líderes no ha hecho; todo lo contrario. En mi opinión ese es el problema que debe solucionar Europa para sobrevivir. Europa necesita de naciones fuertes totalmente comprometidas con la cultura europea. Si no, acabaremos en un caos de nacionalismos regionales y localistas, encerrados en sí mismos, gobernados por populistas y basados en el odio a los de fuera, que desintegrará aún más nuestra sociedad.
Hay que crear un Estado Nación europeo, una nación europea, integradora y facilitadora del desarrollo de sus pueblos en los que florezca el orgullo de pertenencia a esa cultura paradigmática y común.
Necesitamos optimismo, ilusión, esperanza… Necesitamos recuperar los valores que son propios de nuestra cultura europea y acabar con el tedio, la indolencia y el relativismo; la decadencia moral que nos lleva al cuestionamiento mismo de nuestra existencia y al suicidio.
Crisis demográfica
Y, simultáneamente, hay que hacer frente a la brutal crisis demográfica, por la que Europa irá perdiendo progresivamente la población autóctona hasta extinguirse prácticamente en unos cien años. La crisis es de tal calibre que aunque las mujeres europeas en edad fértil triplicaran su tasa de fecundidad, la población seguiría decreciendo.
Y mientras tanto estamos ante una invasión migratoria fundamentalmente islámica procedente de África donde el crecimiento demográfico es explosivo y donde, aunque las mujeres en edad fértil redujeran su tasa de natalidad a tasa actual la europea, la población seguiría creciendo dada la enorme base de mujeres en edad fértil. La presión aumentará. Y mucho.
La inmigración
Europa no está preparada para “culturizar” a los inmigrantes. Y lo está demostrando. Y esta situación la llevará al tercermundismo. Europa tendría que hacer un esfuerzo para seleccionar sus inmigrantes (como lo hacen Estados Unidos y China); un esfuerzo para mejorar sustancialmente la tasa de natalidad de las mujeres autóctonas y un esfuerzo para culturizar económica, política y socialmente en su origen a los países africanos de su hemisferio norte. Las políticas sanitarias que se han seguido en África por las ONG y los países del norte han sido muy lesivas para las poblaciones africanas, para sus culturas y su felicidad -al no ir acompañadas por políticas de desarrollo económico, político y social- creando desequilibrios, destruyendo su ecología y creado apátridas que deambulan por macro metrópolis donde el crimen se expande, o refugiándose en sectas islamistas sanguinarias y fundamentalistas.
Si Europa no se prepara Europa sucumbirá, su civilización desaparecerá y el mundo se resentirá.
Entretanto, trágicamente, nosotros discutimos qué pieza debe tocar la orquesta mientras el Titanic de hunde.