Hoy están de moda las biografías que ensalzan las flaquezas. En vez de ensalzar los valores y los logros de los grandes hombres, se pretende todo lo contrario: denigrarles, hacer ver a la gente con defectos, que eran iguales a los demás: vulgares, egoístas o indecentes. Sobre todo en las cinematográficas. Ejemplos son las películas sobre Mozart o sobre Beethoven. Se centran en sus flaquezas, en sus imperfecciones, y en mostrarnos los peores momentos de su vida.
Todo está en la línea de lo que es ahora políticamente correcto: ensalzar la vulgaridad y despreciar las virtudes. Parece que a los que sobresalieron gracias a su ingenio, su voluntad y su trabajo, hubiera que castigarles buscando las relativas flaquezas que pudieran tener en su vida privada y destruir la imagen ejemplarizante de estos. Se fomenta así el resentimiento de la gente hacia aquellos que triunfan, hacia aquellos que vieron virtuosos.
Se ataca a los santos, a los ricos, a los políticos, músicos, literatos o artistas que triunfaron de una u otra manera en sus vidas.
Esto es lo que hay: resentimiento y envidia azuzados por un periodismo irresponsable y sensacionalista.