Hay que erradicar los aplausos de las iglesias y dejarlos para los teatros y los actos civiles. Rompen la espiritualidad e impiden el recogimiento que debe reinar en los lugares sagrados y son un signo más del proceso de secularización de la Iglesia.

La liturgia no debe ser un espectáculo sino un medio para el acercamiento espiritual a Dios, con alegría, sí, pero con respeto hacia Dios, hacia los oficiantes y hacia todos los asistentes. Hoy en día el silencio, respeto y recogimiento en los lugares sagrados se está perdiendo incluso por los mismos sacerdotes y clérigos. Se olvidan de que quien está presente en el sagrario es Jesucristo. Dios mismo.

Quienes piensen que con aplausos, cánticos populares, rock y pop, se acerca el pueblo a la Iglesia se equivocan. Lo que se consigue es secularizar la Iglesia cuando lo que hay que hacer es sacralizar al pueblo; elevar al pueblo en su espiritualidad para acercarle a Dios. Más que acercar la Iglesia al pueblo (secularizar) lo que hay que hacer es acercar el pueblo a la Iglesia (sacralizar). Hay que alimentar las almas antes que a los cuerpos. Esa es la misión principal de la Iglesia.
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