Con frecuencia en los otros ensalzamos las virtudes que no tienen y a nosotros nos negamos las que tenemos.
Hay que aceptarse, comprenderse y superarse, con libertad de espíritu, sabiduría y voluntad. Aceptarse para poder aceptar y quererse para poder querer.
El hombre gusta de la comodidad del sometimiento: Que piensen otros, que decidan otros, que lo arreglen otros. Es más fácil obedecer que mandar…
Se crea un cierto síndrome de Estocolmo en relación con los que mandan.
Igualmente el hombre busca en la masa su propia seguridad y su aceptación: Vestir como los otros, pensar como los otros, gritar como los otros… Su individualidad le da pánico. Sentirse distinto le crea inseguridad. La soledad le asusta. Lo cómodo es entregarse a los demás. Ser uno más.
El instinto gregario es el que hace triunfar las revoluciones y es el mismo el que hace permanecer las dictaduras. Sumarse a los demás, pensar como los demás.
Porque los hombres son de naturaleza gregarios e indolentes, pero también son capaces de ser audaces y héroes, de ser geniales y singulares. Esa singularidad, innata a la civilización europea, occidental, ha sido a lo largo de la historia la que ha ido consiguiendo el desarrollo y superación de la Humanidad.
El individuo y el prójimo son las bases sobre las que se asentó el progreso de nuestra civilización. La masa no vale de nada si no es la suma de individualidades.
Ignacio,
A mi me encanta el personalismo, esse equilíbrio entre el singular e el todo…
E, que es la singularidade sin la masa. Se queda sin referencias… Pero la masa existe, por voluntades próprias.. lo que a ti te parece comodo en el outro, pude no ser, para ele..
Reflexo de reflexo, somos nosotros.
Las referencias de una individualidad son las otras individualidades, y también la masa.
Yo concuerdo con Carlos, el equilibrio es muy importante… y por cierto señor Ignacio debo admitir que su blog me ha encantado y que se acaba de ganar una nueva seguidora!
Muchas felicidades y que tenga éxito con este sitio, saludos!