Queridos amigos y amigas:
En España hay muchas cosas que remediar, como el alto coste de nuestra organización política, la efectiva separación de poderes, conseguir un sistema más representativo de los ciudadanos, la corrupción, el bajo nivel educativo, el decrecimiento demográfico, la inmigración descontrolada, la recuperación de los valores morales, la resolución de la marginalidad y más cosas.
La gente siente que el modelo político está desgastado que hay que superar la partitocracia, liberarse de la omnipresencia de la administración pública y los políticos en todos los ámbitos de la sociedad y conseguir que la participación ciudadana sea más efectiva.
La gente está disgustada, enfadada, harta de la falta de vergüenza y de la corrupción. Se siente engañada.
Pero no necesitamos salvavidas ni demagogos populistas o comunistas, que lo único que quieren es alcanzar el poder para tiranizarnos y arruinarnos.
Somos un gran país europeo. Pertenecemos a una élite en el mundo y, aun con crisis, vivimos infinitamente mejor que muchos países, que la mayoría de los países; con más libertad, más seguridad, mejores servicios sociales y mayor poder adquisitivo. En nuestro país se vive bien. Y estamos saliendo de la crisis económica. Estamos saliendo del pozo negro en el que estábamos y hoy España empieza otra vez a ser respetada.
Porque nuestro sistema de bienestar no será sostenible si nuestra economía y nuestro modelo político y social no son sostenibles.
Ponemos en cuestión nuestra cultura y nuestro progreso y, sin embargo exigimos los bienes y servicios propios de un Estado de Bienestar.
Salir de la crítica situación económica en que nos encontrábamos en el bienio 2011-2012 ha exigido muchos sacrificios a todos. Estamos saliendo de la crisis económica, sí, pero muy resentidos.
Necesitamos que la economía (es decir, la riqueza) crezca y lo haga de manera sostenible en el tiempo. Si no hay riqueza solo podremos repartir pobreza.
Y para que crezca la riqueza no son suficientes las medidas de ajuste. Como consecuencia de la presión para reducir el gasto público se ha producido la deslocalización de las industrias, la disminución de la investigación y la desaparición de tejido empresarial que ahora habrá que reparar.
Sin embargo, la gente cree que el recorte de los gastos en el funcionamiento de nuestro sistema político es insuficiente y los escándalos de la corrupción han sido demasiado fuertes.
Por todos es reconocida la hipertrofia de la organización política de España: 17 parlamentos autonómicos más el Congreso y el Senado, más los órganos colegidos de las Diputaciones Provinciales y los Ayuntamientos. Esta estructura es insostenible, tanto económica como políticamente y ha generado un enorme galimatías legal derivado de la profusión legislativa llevada hasta ahora por los parlamentos autonómicos. Los ciudadanos reclaman con vehemencia un cambio.
El abuso de la clase política, la oligarquía de los partidos, los defectos de la ley electoral y de la financiación de los partidos, están en la boca de la mayoría de los ciudadanos y en los titulares, noticias y artículos de opinión de la mayoría de los periódicos, revistas y otros medios de comunicación.
Sin embargo, nuestra crisis va mucho mas allá. Es una crisis existencial, de existencia como país, como pueblo, como cultura, que debemos superar. Tenemos que reconocernos, aceptarnos, valorarnos y reaccionar con el propósito de superarnos cultural, social y económicamente a partir de los valores alcanzados. Como europeos y como españoles poniendo en valor nuestra historia y nuestra cultura común catalana, castellana, gallega, en definitiva hispánica, como una única cultura que forma parte intrínseca de la europea. Solo los mezquinos, los egoístas o los indolentes son capaces de no reconocerlo.
Por ello, necesitamos dejar de insultarnos continuamente, necesitamos que los demagogos dejen de mentir, necesitamos estar juntos, ayudarnos unos a otros, poner en valor lo positivo, nuestras virtudes, nuestras fortalezas y nuestros aciertos. Tenemos que desterrar el odio, el resentimiento, el rencor, que son azuzados desde ciertas organizaciones políticas y publicitados por ciertos medios de comunicación. Hemos de romper las cadenas que nos atan a la derecha y a la izquierda, huir del extremismo simplista y excluyente, centrarse en el sentido común, la solidaridad y la libertad. No necesitamos crispación, no.
Necesitamos crear en la gente ilusión, ganas de ganar, ganas de trabajar, ganas de vencer esta crisis económica, política y moral.
Necesitamos que la voz de los ciudadanos cuente siempre y no solo a la hora de emitir el voto. Necesitamos un sistema en el que no sea posible el ejercicio del nepotismo, la prevaricación y la corrupción. En el que exista una transparencia total sobre la correcta actuación de todas las administraciones públicas y, también, de las grandes corporaciones empresariales.
Necesitamos que desaparezca el caciquismo que se ejerce desde las Comunidades Autónomas. Necesitamos acabar con el sectarismo y las actitudes mafiosas que, desde grupos de poder, se ejercen en connivencia con los poderes públicos.
Necesitamos cambiar las leyes que rigen el comportamiento y la financiación de los partidos políticos y de los sindicatos, que eviten el parasitismo y la corrupción.
Necesitamos acabar con la marginación social, económica y cultural, acabar con la pobreza extrema. Ayudar a los que realmente lo necesitan y precisamente porque lo necesitan.
Y no como han hecho los partidos: Gastar el dinero de todos en ayudas a los que quieren que les voten y no en quien realmente lo necesitan. Esto último es un fraude y un engaño a los ciudadanos. Y permitir la existencia de la marginación es un pecado de lesa humanidad.
Necesitamos acabar con el acaparamiento que, desde posiciones extremistas, se ejerce de cualquier movimiento ciudadano de protesta y quienes, desde sus partidos políticos, no quieren otra cosa de cercenar todavía más la libertad y acaparar más poder, más mafia y más sectarismo.
Disentimos de la demagogia de los partidos políticos populistas; los demagogos son estafadores de la política, son lo que vulgarmente se entiende como camelistas.
Disentimos de aquellos que lo que quieren es destruir la democracia, eliminar nuestro régimen de libertades; no transformarlo ni mejorarlo. Porque sabemos que, si llegaran a gobernar, acabarían con nuestro alto nivel económico y de bienestar social hasta llegar al racionamiento. Esta es la verdad de quienes sus objetivos son conseguir el Poder para tiranizarnos desde él.
La política populista consiste en presentarse como los buenos, los justicieros, los limpios, acusando, insultando y vituperando a los demás, y explotando el victimismo ante cualquier ataque o reproche.
No tenemos que mirar al pasado, ni al pasado comunista o anarquista, ni al pasado falangista o franquista. El pasado ya pasó y no debe de evocarse para volver a las confrontaciones y errores cometidos. Tenemos que mirar al futuro, innovar, avanzar en la perfección de nuestra democracia y nuestro régimen de libertades en un entorno de seguridad.
Tenemos que huir de esa gente extremista que reniega de nuestra cultura, de nuestra historia secular, de nuestro país, que quiere acabar con España y con Europa. Que prefiere que nos invadan desde fuera, buscando sólo su revolución, una revolución que nos llevaría a una involución política, económica, social y cultural; un grave retroceso.
El problema es que esta involución, añadida a la involución demográfica nos llevaría a un progresivo y largo invierno del que costaría cientos de años salir. Ese es el futuro que les esperaría a nuestros hijos y nietos. Y a nosotros también dada la rapidez con que ahora se desarrollan los acontecimientos.
Porque, aunque no nos dejáramos arrastrar por el extremismo populista y consiguiéramos rehacer nuestra economía y nuestra moral, no podremos hacer sostenible nuestra economía, ni nuestro modelo político ni nuestra cultura si no resolvemos antes nuestro problema demográfico.
En España la Tasa de natalidad por mujer viene siendo desde hace 25 años inferior a la mitad de la necesaria para el relevo generacional. La población autóctona está disminuyendo. En los últimos años no ha aumentado la población sino a base de una inmigración descontrolada e indigerible de baja cualificación profesional y cultural.
España cuenta, junto con Alemania e Italia, con la natalidad más baja de Europa y una de las más bajas del mundo. La tasa de natalidad en España está por los suelos. Según Jim Rogers, uno de los más afamados inversores, en 100 años no habrá españoles, ni alemanes ni italianos.
Las consecuencias de la baja natalidad y alargamiento de la vida son menor crecimiento económico, disminución del consumo e iniciativas empresariales, un gasto creciente en pensiones y la depreciación generalizada de activos y propiedades, lo que supondrá un declive inexorable económico y social.
Para a plantar cara y tratar de solucionar el suicidio demográfico al que nos dirigimos, es necesario potenciar nuestro crecimiento demográfico, poniendo en valor a las madres y a las familias españolas, seleccionando la inmigración para obtener una inmigración de calidad (como lo hacen otras naciones) y creando atractivos que favorezcan la residencia de los españoles o de extranjeros de alto valor añadido. Una inmigración descontrolada y primordialmente musulmana, arruinará Europa.
Así que, o damos un giro radical a las políticas demográficas, reconociendo socialmente el valor y el mérito de las madres e incentivando y no penalizando a las familias y madres que desean tener y cuidar a sus hijos, o seguimos caminando aceleradamente hacia nuestra desaparición como pueblo.
Hoy por hoy la familia es castigada pues no se reconoce su contribución a la sociedad generando nuevos ciudadanos y formándolos en la cultura y valores de libertad y democracia de nuestro país. Ciudadanos que contribuirán en el futuro a la sostenibilidad de nuestra economía y nuestra sociedad con sus impuestos, con su conocimiento y sus cotizaciones a la seguridad social.
El sistema impositivo actual es claramente negativo para las familias pues paga lo mismo un soltero o un matrimonio sin hijos que una familia con hijos. El impuesto sobre la renta debería ser per cápita, es decir, la renta familiar debería dividirse entre los miembros de la familia para calcular la base impositiva.
Y para hacer frente a esta crisis existencial, social, política y económica necesitamos reafirmar nuestra cultura en un contexto de solidaridad hacia nuestros conciudadanos. Necesitamos defenderla ante la violencia de los que tratan de acabar con ella.
Necesitamos un nuevo resurgir, una nueva esperanza, una nueva ilusión. Necesitamos un renacimiento de las virtudes del hombre. Necesitarnos reconocernos como ciudadanos capaces de decidir, de superarnos; capaces de ser felices por nosotros mismos. Liberarnos de tanta coacción, de tanto falso paternalismo. No podemos permitir que nos traten como idiotas. Somos personas trabajando y luchando por la felicidad de nuestros hijos, nuestras familias, nuestros amigos, nuestros conciudadanos. No somos números, ni una masa, ni corderos.
Es necesario que pasemos del Estado de Bienestar a la Sociedad de Bienestar, es decir, de la cultura de dependencia del Estado a la cultura de la iniciativa y el emprendimiento que promueva la creación de riqueza ya que el bienestar de un pueblo depende de su riqueza espiritual, económica y cultural.
Si seguimos al populismo con la indolencia y el pasotismo actual, acabaremos fagocitados por el extremismo radical y, no lo olvidemos, por el extremismo islámico, que está detrás de estos tontos útiles.
Por eso, para resolver las demandas de la sociedad y no caer en los totalitarismos populistas, es necesario un movimiento que, desde la honradez y la independencia, sea capaz de presentar un proyecto nuevo en el que de verdad confíe la gente y la llene de esperanza en un proyecto común ilusionante.
Es necesario un movimiento ciudadano de la gente honesta, que esté dispuesta a trabajar unidos por un futuro mejor, más allá de partidismos, más allá de rencores y resentimientos; por un proyecto común. Un movimiento del que estemos todos orgullosos de formar parte.
Hay mucha, mucha gente buena, trabajadora, honrada. La inmensa mayoría de los españoles. Los corruptos son pocos y hay que defenderse contra ellos; pero no pueden condicionar nuestra vida, no pueden arruinar nuestra ilusión ni nuestra confianza en un futuro mejor, para nosotros, para nuestros hijos.
Es necesario un cambio inmediato. Es necesario que aquellas personas que tengan capacidad de influir en la opinión: políticos, financieros, empresarios, periodistas y ciudadanos en general reaccionen ante este peligro que se nos viene encima, que nos está afectando ya y con dureza, para que se produzcan los cambios políticos, económicos y sociales que garanticen la supervivencia de nuestros pueblos y sus libertades, recobrando la ilusión y el sano orgullo de lo que somos y de lo que hemos conseguido. Todos los europeos. Porque esto nos afecta a todos. No podemos relegar la ilusión y el orgullo a los pequeños nacionalismos tribales a merced de los intereses de los caciques de turno.
Es necesario un movimiento ciudadano responsable y altruista. Un movimiento que necesita la unión y el apoyo de todas las almas nobles. Si no, caeremos en manos de la anarquía y los grupos extremistas, siempre acechando en el entorno del resentimiento, la envidia y el desprecio a los mejores.
Es necesario un movimiento ciudadano que obligue a los partidos a reflexionar, a abandonar la política de la confrontación y del enfrentamiento, de machacar al contrario sin darse cuenta que así machacan a España, que nos machacan a todos.
Que los partidos propongan cosas positivas, mejoras organizativas, mejoras de funcionamiento político, económico y social y no se limiten, como hacen actualmente, a insultarse y reprocharse, mintiendo demagógicamente, manipulando y haciendo sufrir a los ciudadanos. Hay que pasar de la negatividad a la positividad.
Los medios de comunicación, especialmente las televisiones, tienen que huir del sensacionalismo, el escándalo y la confrontación y apoyar los valores de la autoestima y el progreso.
Aquellos que tenéis capacidad de influencia, actuad ya, se nos están acabando nuestras oportunidades.
Tenemos que estar orgullosos de nosotros, de lo que hacemos y de lo que hemos heredado a través de los siglos, de nuestra historia como españoles y como europeos. Hemos alcanzado las mayores cotas de civilización en la ciencia, las artes, la tecnología, la filosofía… y hemos sido capaces de aportarlas al resto del mundo.
No vamos a permitir que ni la demagogia ni la codicia acaben con ello.
Ahora tenemos que seleccionar lo bueno de lo malo y, poniendo en valor lo bueno que hemos conseguido, trabajar todos con ilusión y esperanza, pero también con energía y empeño, en superar la adversidad y conseguir mayores cotas de desarrollo y justicia para todos. Sin renunciar a nuestro pasado sino orgullosos del mismo.
En resumen, tiene que estar en la hoja de ruta de todos el cambio del modelo político mediante una renovación de nuestro sistema democrático que asegure la división e independencia de poderes, la trasparencia de la administración pública, el reequilibrio de derechos y deberes entre la sociedad civil y el poder político, el valor del voto de cada ciudadano y la justicia social.
Si nos unimos, si nos valoramos, si lo queremos de verdad, seremos capaces de construir un país fuerte, rico, cohesionado, culto y feliz.
Y a este movimiento deben de sumarse, de manera perentoria, ya, todas las personas, todas las organizaciones y todos los partidos políticos de buena fe.
¡Hemos de conseguirlo!