Desde hace más de tres años vengo diciendo que si el PP y el PSOE no hacían el cambio, de manera ordenada, vendrían otros que lo harían y, en este caso, de manera desordenada.
Pero el PP de Rajoy cuando llegó al poder, con una mayoría absoluta nunca vista hasta entonces, optó por el inmovilismo y por seguir una política de izquierdas. La primera decisión de su Gobierno fue conceder el collar de Isabel la Católica a Zapatero y la Gran Cruz de Carlos III a Rubalcaba. En vez de ser la alternativa al gobierno de Zapatero que la Sociedad demandaba, fue un gobierno de alternancia. Y eso produjo un desencanto en la votantes que le costó al PP la mayoría absoluta en Andalucía. La izquierda nunca les votará aunque hagan política de izquierdas así como siempre votará a la izquierda aunque sus gobiernos hagan políticas de derechas. Pero el equipo que gira alrededor de Arriola no se dio cuenta o, más bien no quieren darse cuenta y siguen con su política de escorarse a la izquierda.
Lo mismo ocurre en el PSOE. En vez de desarrollar un cambio, ante el fracaso económico y político de Zapatero, hacia una socialdemocracia liberal que ocupara el centro izquierda marginando a la extrema izquierda, han elegido escorarse más al extremo de la izquierda tratando de emular y competir con ella. Craso error que también cometió el partido laborista en Inglaterra.
Pero el grave problema de ambos partidos es que no han sabido ni han querido liderar el gran cambio que necesita España: la ley de partidos, la separación de poderes, el adelgazamiento de la administración política, el cambio en la ley electoral, la cohesión territorial y la equidad de todos los ciudadanos.
Desgraciadamente la izquierda ha optado por confrontacion y la demagogia y la derecha por el inmovilismo.
Las políticas de austeridad presupuestaria y realismo económico adoptadas por el PP debieron ir unidas a otras que minimizaran el daño a las clases más desfavorecidas, que minimizaran el daño al tejido industrial y empresarial. Pero además estas medidas deberían haber comenzado por un severo adelgazamiento del gasto público de la Administración debido a la estructura política del Estado y de las Comunidades Autónomas. Un adelgazamiento ejemplar en el que los ciudadanos vieran que los sacrificios empezaban por uno mismo. Algo se hizo, como eliminar y refundir muchos de los innumerables organismos, fundaciones y empresas públicas creadas por los gobiernos autonómicos del PP y del PSOE. Pero eso ni fue suficiente ni se comunicó a la Ciudadanía. En general no se ha ido contando con la ciudadanía ni a la hora de tomar decisiones y a la hora de explicar tanto los problemas como los aciertos.
Las políticas seguidas ante el problema de los desahucios, las hipotecas sin dación en pago y con cláusulas de suelo, y las seguidas con las preferentes han sido nefastas. A la vista está. Los ciudadanos han tenido que pagar con sus impuestos la sostenibilidad del sistema financiero puesta en peligro por el debacle de las Cajas de Ahorro y, sin embargo no se han sentido defendidos frente a los abusos de la Banca y de sus administradores.
Al final, grupos extremistas como Podemos, con demagogia y populismo, y con políticas propias del comunismo marxista-leninista se están haciendo con el liderazgo, al menos a corto plazo, engatusando tanto a la gente hastiada como resentida, para su propio beneficio.
Si se sigue así, si se sigue con el partidismo sectario, si no se reacciona ante la proximidad de las elecciones generales, corremos un grave riesgo de involución política, democrática, económica y social a causa del populismo de extrema izquierda.
O el PP y el Psoe cambian o sólo Ciudadanos será la alternativa al caos.