La economía es una ciencia del comportamiento humano. Trata de explicar cómo se comportan los hombres para la creación de riqueza, su consumo y su reparto y las transacciones de bienes y servicios entre ellos.
Para entenderlo, los economistas hacen uso de diferentes instrumentos de manera conjunta, como el estudio de la historia, el razonamiento en función de las experiencias y los estudios teóricos matemáticos, estadísticos, econométricos de regresión lineal utilizando el método de mínimos cuadrados y la llamada teoría de los juegos.
El principal instrumento es el estudio de la historia, es decir, el estudio de lo que ha pasado, en qué contexto pasó y cuáles pudieron ser los determinantes de lo que pasó. Y si es difícil saber lo que realmente pasó, más difícil lo es conocer por qué pasó. Y no digamos la dificultad de predecir, con las múltiples variables que condicionan el acontecer de la economía
El otro instrumento es el establecimiento de teorías, o más bien doctrinas en el ámbito de la política económica, sobre el comportamiento de los hombres y sus organizaciones. Estas teorías pueden basarse en la experiencia y en el razonamiento o sentido común propio de cada uno, como las Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus, Mill, John Stuart o Karl Marx en el siglo XIX.
También se puede estudiar el comportamiento de la economía utilizando modelos macroeconómicos en el que establecemos diversas variables y calculamos el resultado de una en función de las otras y tratamos de explicarlas mediante modelos matemáticos y análisis estadístico, estableciendo modelos econométricos que nos permitan adivinar parcialmente el comportamiento de la economía bajo diferentes supuestos teóricos. Econometrístas famosos fueron estadounidense Robert Engle y el británico Clive Granger, ambos premios nobel en 2003.
El siglo XX es el siglo del empirismo en economía en el que unos economistas son defensores del libre mercado y otros de la intervención del Estado en el mismo. Se producen estudios parciales como los de V. Pareto que reformó las leyes de Utilidad al definir que su medida es ordinal pero no cardinal, los del monetarista Irving Fisher y de Milton Friedman, premio nobel, también monetarista y defensor del libre mercado, Keynes, defensor de la intervención del Estado para impedir la caída de la demanda aumentando sus propios gastos y creador de la Escuela Keynesiana, J. K. Galbraith, popular economista que evidenciaba la desproporcionada brecha existente en los Estados Unidos entre la provisión de bienes de consumo y de los bienes sociales en su famoso libro La sociedad opulenta.
F. Hayek fue Premio Nobel de Economía en 1974, por su trabajo pionero en la teoría del dinero y las fluctuaciones económicas y por sus penetrantes análisis de la interdependencia de los fenómenos económicos, sociales e institucionales uno de los representantes más conocidos del liberalismo en el pensamiento económico y maestro reconocido por la Escuela Austriaca.
J. Schumpeter se destacó por sus investigaciones sobre el ciclo económico y por sus teorías sobre la importancia vital del empresario, subrayando el papel de la innovación como determinante del aumento y la disminución de la prosperidad. Planteó que cuando aparecía un innovador/emprendedor, aparecían a la vez muchos más iniciándose un proceso de crecimiento. Popularizó el concepto de destrucción creativa como forma de describir el proceso de transformación que acompaña a las innovaciones.
Finalmente, P. Samuelson obtuvo en 1970 el Premio Nobel de Economía por sus contribuciones a la teoría económica estática y dinámica, además de convertirse en el primer ganador individual de un Premio Nobel de Economía. Fue el gran teórico neo keynesiano de la economía conciliando ideas keynesianas con las de la escuela neoclásica… Y utilizando fórmulas de análisis matemático para explicar el comportamiento de la economía. Yo lo tuve que sufrir en la Universidad, donde su libro Fundamentos de Análisis Económico era la biblia, y su modelo de análisis del Estado de Bienestar.
Muchos de ellos parten de la base de que la economía se rige por criterios de racionalidad y beneficio económico, de coste-beneficio y que el hombre toma sus decisiones con ese criterio, al menos en sus estudios teóricos. Pocos han introducido otros factores muy importantes de índole sociológico y psicológico.
En mi opinión sin embargo, no es posible adentrarse en el conocimiento de la economía y la explicación del comportamiento económico de los hombres sin el auxilio de otras ciencias del comportamiento humano como la Sociología, la Psicología, la Psiquiatría, la Neurología y sus adláteres.
A. Maslow, psicólogo, desarrolló el concepto de la pirámide de las necesidades, modelo que plantea una jerarquía de las necesidades humanas, en la que la satisfacción de las necesidades más básicas o subordinadas da lugar a la generación sucesiva de necesidades más altas o superordinadas, que condicionan el comportamiento humano en referencia a la economía. Satisfechas sus necesidades fisiológicas y de seguridad, los elementos que condicionan su conducta son emocionales: Aceptación social, autoestima y, finalmente, realización personal.
Anteriormente, ya Pareto atacaba la raíz del problema cuando establecía los criterios que utilidad que rigen las decisiones humanas y que cualquiera que alabe una medida concreta, debería tener en cuenta no sólo las consecuencias económicas, sino también las consecuencias morales, religiosas, políticas, etc.
El “Homo Economicus” no existe más que para explicar modelos teóricos. Hoy ya se habla de la neuroeconomía. Nuestras elecciones, incluso las financieras, están siempre teñidas de emociones. Matteo Motterlini, profesor de Economía cognitiva y Filosofía de la ciencia en la Universidad de Milán acaba de publicar un libro sobre Economía Emocional. Hoy en día está en desarrollo muy activo el llamado neuromarketing. Muchas empresas están ya utilizando de manera intensiva las emociones de los consumidores para promocionar sus artículos. Igualmente, nadie puede negar, por ejemplo, que las variaciones de la bolsa están muy condicionadas por las emociones.
Con estas líneas pretendo exponer que el factor determinante para la profundización o salida de una crisis económica son las emociones colectivas. En definitiva, los ciclos económicos están condicionados por muchos factores como las innovaciones tecnológicas, el crecimiento acelerado de ciertos mercados, las condiciones naturales, etc. Pero el alargamiento de las crisis o la velocidad de salida de la misma y el nuevo crecimiento están muy condicionados por las emociones colectivas.
Los estados de opinión, las emociones, están a la orden del día en los mercados financieros y son un elemento tan importante a veces como los datos objetivos. La confianza se basa no solo en datos sino en su credibilidad y en las sensaciones de optimismo o pesimismo de las personas a la hora de tomar sus decisiones económicas y financieras.
J. Daniel Aromí aportaba en marzo 2014 un estudio empírico para Argentina sobre “Estados de opinión y ciclo económico” En ese estudio se demostraba que las expresiones negativas logran predecir la tasa de crecimiento del PBI con mayor precisión que el índice de producción industrial, los retornos del mercado bursátil o el índice de confianza del consumidor.
Las crisis económicas generan un círculo vicioso en el que los estados de opinión son cada vez más negativos, lo que detrae el consumo y las inversiones, se minora la actividad económica, etc. haciendo cada vez más profunda la crisis. Y, al contrario, los estados de opinión positivos generan confianza desarrollando un circulo virtuoso de prosperidad. Claro que las medidas económicas son necesarias, pero no son suficientes.
Esto mismo ocurre en la política. Si las manifestaciones de los políticos son siempre negativas al tratar de destruir a sus adversarios, incluso mintiendo con cinismo y descaro, y, además, los medios de comunicación los magnifican buscando el sensacionalismo para aumentar sus audiencias, el estado de opinión de los ciudadanos va siendo cada vez más negativo hasta perder la noción de la realidad.
De nada vale que tengamos en España las mejores infraestructuras en autopistas, aeropuertos, puertos; de nada vale que contemos con empresas internacionales de gran prestigio que trabajan con éxito en los países más desarrollados del mundo; que tengamos una medicina pionera de la máxima calidad, investigadores de calidad, ingenio, que contemos con un estado de bienestar que cubre pensiones de jubilación, pensiones no contributivas para todos, subsidios de desempleo, sanidad gratuita, apoyo a la dependencia, una alta renta per cápita. De nada vale que seamos un gran país, si los ciudadanos solo oyen males y males (ciertos o no) de nuestro país. Parece que entre todos están empeñados en destruir España.
Ahora parece que estamos en el principio del círculo virtuoso. Hace falta seguir trabajando para no desviarnos del mismo. Pero, o somos capaces de crear un estado de opinión ilusionante, de confianza en nosotros mismos, de afán por la mejora de nuestro sistema económico, político y social, o este crecimiento será efímero. La racionalidad no basta. La seriedad no basta. Hace falta confianza en nosotros mismos, en nuestros empresarios y en nuestros gobernantes. Hace falta un proyecto ilusionante para nuestro país, para España. Hace falta propagar alegría, no odio ni resentimiento.
Pero para que la gente se ilusione y se una no basta con desearlo, ni con decirlo. Hay que crear proyectos que nos pongan en común. Proyectos que entienda la gente, claros y trasparentes. Necesitamos emociones positivas que nos muevan a la acción. Necesitamos crear una sensación constante de optimismo prudente. Metas que podamos alcanzar entre todos. Cuando esto ha ocurrido así es cuando los países han alcanzado las más altas tasas de crecimiento. La voluntad positiva de los pueblos puede superar todos los inconvenientes aún con regímenes autoritarios. La falta de voluntad solo los ha llevado a ser esclavizados y sometidos por regímenes totalitarios.
Esta es la clave para el crecimiento y el desarrollo de nuestro país. El crecimiento económico y cultural que va a posibilitar el desarrollo de nuestra felicidad.