El lobby islámico poco a poco va introduciendo música arábiga, barbas largas, rapado de pelo, pantalones de tiro bajo, etc. La música pop arábiga ya se oye como música de fondo en hoteles y restaurantes y por todas partes encontramos cabezas rapadas (afeitadas) y largas barbas de personas no musulmanas.
Por otra parte, la extrema izquierda, en su afán anticristiano (no quieren admitir que el pensamiento más solidario es el cristiano: «ama al prójimo como a ti mismo”) defienden la implantación de la religión musulmana y callan ante los problemas político-civiles que conllevan los mandatos del Corán y la Sharía. Sobre todo en lo que se refiere a la igualdad de la mujer.
La batalla islamísta la están llevando a cabo en todos los terrenos: cultural, financiero, económico, demográfico, religioso y bélico. Aderezado con el terror, con el terrorismo, atentando contra las personas, el patrimonio cultural y los «infieles».
El terror produce el síndrome de Estocolmo, un sentimiento de dependencia hacia los terroristas. Está demostrada su efectividad y esto es lo que buscan los miembros del Estado Islámico con su actuación: con la decapitación de los prisioneros, con la crucifixión de los cristianos, con el ahorcamiento de los homosexuales…
Y si Occidente, España, Europa, no reaccionan corremos el peligro de que acaben ganando y destruyendo la civilización.
Estamos en guerra, no porque queramos, sino porque nos han declarado la guerra. Lo lamento pero es así.
Por favor, pensemos en el futuro que les vamos a dejar a nuestros hijos, a nuestras nietas. No nos dejemos llevar por la desidia, por el relativismo, por la indolencia.
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