El valor social de las vacunas

Mucho está ya dicho y escrito sobre el valor de las vacunas y su valor social. Las vacunas son un elemento fundamental de salud pública dada la facilidad de extensión de virus y bacterias. Y es deber de las autoridades sanitarias el control de las infecciones mediante el establecimiento de medidas de salud pública, como las de saneamiento, limpieza, control de las aguas, control alimentario y, también, de vacunación de los ciudadanos contra las enfermedades infecciosas mediante virus y otros agentes patógenos como bacilos y toxinas.

La vacunación es reconocida como la principal acción de salud pública realizada por el ser humano que ha conseguido disminuir de una forma drástica las enfermedades infecciosas transmisibles. Sólo la potabilización del agua corriente, que se considera un derecho básico de salud, supera a las inmunizaciones en la mejoría de la calidad de vida de la población humana. A pesar de ello todavía los aspectos negativos de las vacunas, generalmente erróneos, malinterpretados o malintencionados, consiguen una mayor publicidad que sus demostradas y evidentes ventajas.[1]

Como todo el mundo sabe, el virus es un agente microscópico acelular que solo puede multiplicarse dentro de las células de otros organismos. Los virus se hallan en casi todos los ecosistemas de la Tierra y son el tipo de entidad biológica más abundante. Afortunadamente sólo unos pocos son dañinos. Se discute si un virus tiene vida o no ya que no tiene autonomía vital ni tampoco es necesario para la vida, aunque son un medio importante de transferencia horizontal de genes, lo que incrementa la diversidad genética.

Gracias a las vacunas se han erradicado prácticamente la viruela, la polio, la difteria, el sarampión, la meningitis, la rubéola, las paperas, la varicela-zóster, la fiebre tifoidea, etc. Cuando la gran mayoría de la gente está vacunada, se consigue una «inmunidad colectiva» siendo muy difícil que surja un brote y se extienda con facilidad. De ahí la importancia de las vacunas como instrumento de salud pública.

De hecho, enfermedades prevenibles mediante vacunas como la difteria, paperas, polio, rubeola, sarampión tétanos y tosferina son enfermedades de declaración obligatoria en España[2].

Las vacunas han sido, junto con los antibióticos, y la asepsia, los descubrimientos mas importantes y determinantes para la supervivencia y el alargamiento de la vida del hombre. Gracias a estos tres descubrimientos: evitar la proliferación de gérmenes mediante la asepsia, combatir las bacterias mediante los antibióticos y a los virus y otros agentes mediante las vacunas, el mundo ha desarrollado un crecimiento explosivo de su población, creando a veces graves desequilibrios, guerras y hambrunas.

La medicina ha desarrollado a través de los últimos doscientos años logros increíbles. Logros que nos permiten mantener y potenciar la salud de los hombres, prevenir las enfermedades y tratarlas y curarlas con una progresión exponencial incluso con un tratamiento específico e individualizado para cada persona. Todo ello imposible de conseguir sin el desarrollo progresivo de los fármacos. Hasta ahora, en que con el conocimiento de la genética y el desarrollo de la genómica, junto con el de la medicina regenerativa y el conocimiento del funcionamiento molecular de nuestro sistema inmunitario se está dando un salto de gigante, con consecuencias imprevisibles para el desarrollo de la humanidad.

Al inocularse un agente infeccioso disminuido (virus debilitados), conteniendo los componentes del virus o bacteria que provoca una respuesta inmune de manera que no genere la enfermedad o bacilos muertos o inactivados o una versión dosificada de la toxina que causa la enfermedad, el sistema inmunológico responde produciendo anticuerpos con los que atacar al intruso. Después, una memoria de esta «invasión» permanece y el sistema inmunológico puede reconocer y neutralizar rápidamente los agentes causantes de la enfermedad cuando aparecen.

Así que la clave está en la respuesta del sistema inmune y su capacidad de combatir contra los agentes externos patógenos, identificándolos claramente, sin dañar a los agentes internos no patógenos. Es la clave para el tratamiento del cáncer y de las enfermedades degenerativas, así como para el desarrollo de la medicina regenerativa y el combate contra la vejez.

Curiosamente las vacunas se descubrieron por la observación galénica cuando Edward Jenner en 1796 observó que las mujeres ordeñadoras en contacto con la viruela de vaca, que era menos patógena no contraían la viruela humana y, aplicando pus de la vaca consiguió inmunizar al paciente contra la viruela humana, una de las enfermedades más mortíferas que ha padecido la humanidad. De ahí viene el nombre la Vacuna, del latín vaccīnus (vaca). Fue luego cuando se descubrió cómo actuaba y por qué se conseguía la inmunización. Desde entonces se han conseguido vacunas contra 26 enfermedades infecciosas.

Hoy se han conseguido logros muy relevantes en el caso de la salud Global como las vacunaciones contra las diversas modalidades de gripe, como la última de gripe A, y otros tan espectaculares como la vacuna contra la Hepatitis C, que supone una vuelta a la vida de estos pacientes, y pronto la vacuna contra el ébola.

Pero volvamos al título de este documento, “El valor social de las vacunas”. Como hemos dicho al principio, al ser las vacunas la manera más eficaz de combatir las infecciones y al ser las enfermedades infecciosas un problema social debido a su trasmisión de unos humanos a otros a través del aire, fluidos y otras formas de contacto, son estas, indiscutiblemente, un valor social de primera importancia.

La libertad de las personas es sagrada y es, en último término, cada una de ellas la responsable de su salud. Pero el ejercicio de su libertad no puede dañar a los demás. Por tanto, entiendo que las personas deben de someterse obligatoriamente a la vacunación contra aquellas enfermedades infecciosas que pueden propagarse a los demás. Es un deber solidario.

Pero, además, las personas tienen el derecho a la protección de la salud, en nuestro caso recogido en la Constitución. Y son los poderes públicos los que deben de satisfacer este derecho, desarrollando e implantando políticas de salud pública como las al principio reseñadas y realizando labores de promoción de la salud, formando y educando a la población, labores de prevención, mediante la vacunación de la población, y de detección temprana de las enfermedades y su tratamiento con vistas a su paliación y curación. Una población sana es el requisito imprescindible para la prosperidad de una nación.

La evidencia médica y científica muestra que los beneficios de la prevención del fallecimiento por enfermedades infecciosas compensan los raros efectos adversos de la inmunización.

La falta de cobertura completa de la vacunación incrementa el riesgo de enfermedad para la población en su totalidad, incluyendo a aquellos que ya han sido vacunados, ya que reduce la inmunidad de grupo. Por ejemplo, la vacuna del sarampión se usa en niños con edades entre los 9 y 12 meses, y el estrecho lapso que transcurre entre la desaparición de los anticuerpos maternales (antes de los cuales la vacuna en ocasiones no logra la seroconversión) y la infección natural implica que los niños vacunados son frecuentemente todavía vulnerables. La inmunidad de grupo atenúa esta vulnerabilidad si todos los niños son vacunados. La vacunación, que inicialmente es un acto individual, tiene consecuencias colectivas, es decir el proceso de amplificación vacunal que se produce de forma natural en los entornos sociales y sanitarios más desfavorecidos, facilita el paso del virus vacunal a los niños y personas del entorno más cercano[3]. Aumentar la inmunidad de grupo durante una epidemia o amenaza de epidemia es posiblemente la justificación más ampliamente aceptada para la vacunación en masa. La vacunación en masa también ayuda a incrementar la cobertura rápidamente, obteniéndose así inmunidad grupal, cuando se introduce una nueva vacuna.

Por todo ello, la Organización Mundial de la Salud desarrolló el “Plan de Acción Mundial sobre Vacunas” para el decenio 2011 a 20120. Según la OMS La vacunación generalizada representa una de las grandes revoluciones sanitarias del siglo XX, y siguen teniendo un futuro aún más promisorio. Aun admitiendo el aumento incesante de la carga que representan las enfermedades no transmisibles, no debemos perder de vista a las enfermedades transmisibles y las vacunas. En 2014, la Organización Mundial de la Salud ha declarado dos emergencias de salud pública de importancia internacional: la crisis de la enfermedad por el virus del Ebola en África occidental y la propagación internacional del poliovirus. Ambas son enfermedades transmisibles. La poliomielitis es prevenible mediante vacuna y la enfermedad por el virus del Ebola pronto lo será. La vacunación contribuirá en gran medida a cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio relacionados con la salud. Al mantener a raya enfermedades transmisibles mortales y mutilantes, las vacunas son y seguirán siendo esenciales para mantener y ampliar los beneficios sanitarios logrados. Pueden ser la «llave de la victoria» frente a brotes y epidemias futuros. Hoy por hoy, hay vacunas que pueden prevenir cánceres causados por virus. Cada vez será más frecuente que prevengan enfermedades no transmisibles y beneficien a personas de todas las edades. Por todos estos motivos es importante materializar el potencial de las vacunas para el futuro.

En este sentido recomienda a todos los países que se atengas de manera eficiente a este Plan de Acción aportando la financiación necesaria y estableciendo las medidas de control y evaluación de su implantación aportando información trasparente y de calidad. También insta a mejorar y garantizar la accesibilidad y el suministro de vacunas, solventando las deficiencias de integración básica de manera que los profesionales sanitarios y sus sistemas sanitarios no desaprovechen las oportunidades de vacunar a las personas con el objeto de reducir la frecuencia en que esto sucede. Insta a los países para que sus profesionales sanitarios conozcan y apliquen las directrices de la OMS.

Pero la vacunación de la población no sólo genera beneficios sanitarios, sino también sociales y económicos. Recientemente David Bloom, doctor en economía e investigador del Departamento de Salud Global y Población, de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan, que aseguró, en conferencia de prensa, que la salud es una causa y a la vez una consecuencia de la riqueza de las naciones y acotó: “investigaciones macroeconómicas han descubierto que el aumento en la esperanza de vida tiene un impacto en el producto interno bruto per cápita”. Según Bloom, los países con habitantes más sanos y que pueden evitar brotes de enfermedades como dengue, chikungunya y malaria “atraen más inversión extranjera directa, más turismo y ahorran dinero, el cual gastarían en controlar y responder a brotes”. Insistió: “contar con una población sana es como un imán para atraer inversión”, y en ese sentido “la vacunación provee beneficios que deben ser cuantificados”. Destacó que tan sólo aumentar la esperanza de vida un año lleva a un crecimiento del anual estimado de 4 por ciento en el PIB per cápita y un aumento hasta de 9 por ciento de la inversión extranjera directa en países de bajos y medianos ingresos.

El investigador aseveró que la vacunación mejora la salud y la supervivencia y puede cambiar el comportamiento individual influyendo en el incremento de la inversión en educación. Además hay aumento de la productividad, pues la inmunización mejora la salud física y mental. Destacó que en el caso de los trabajadores, cuando éstos “son más saludables, son más productivos en sus jornadas laborales” y hay menos ausencias laborales.

Una investigación en Sudáfrica arrojó que en promedio se gana un año de escolaridad por cada seis niños vacunados contra el sarampión, en tanto que un estudio realizado en Filipinas, en el que se examinó el desarrollo cognitivo de los niños y su asociación con el esquema de inmunización estándar en los primeros años de vida, indicó que los menores vacunados lograron resultados más altos en el rubro.

Las vacunas que se usan frecuentemente son una forma preventiva y eficiente económicamente de promover la salud, en comparación con el tratamiento de las enfermedades puntuales o crónicas. Son muy coste-eficaces. En los EEUU, durante el año 2001, la vacunación rutinaria de niños contra 7 enfermedades permitió ahorrar un estimado de 40.000 millones de dólares en costes sociales, de ellos 10.000 millones directamente en costes sanitarios. La relación beneficio-coste para estas vacunaciones se estimó en 16,5.

Un brote de sarampión aparecido en 2005 en el estado estadounidense de Indiana fue atribuido a padres que habían rechazado que sus hijos fueran vacunados. La mayoría de casos de tétanos pediátrico en los EEUU se dan en niños cuyos padres se han opuesto a su vacunación

Desde el Ministerio de Sanidad del Gobierno de España se insta la vacunación infantil de enfermedades frecuentes en la infancia, poniendo de manifiesto el problema de rebrotes de enfermedades cuando bajan las coberturas de vacunación. No obstante, en un reciente informe de la firma Deloitte[4] sobre el valor social de las vacunas, se decía “la reducción del gasto en la adquisición de vacunas de los últimos años podría permitir, en un momento de dificultades económicas en los sistemas sanitarios, tener remanentes para invertir en innovaciones y ampliaciones de cobertura vacunal. No obstante, en los últimos años, estos ahorros no se han trasladado a mejoras en el propio ámbito de la vacunación bloqueando la introducción y acceso de algunas vacunas que en otros países de nuestro entorno están financiadas o cofinanciadas como la tos ferina en Reino Unido, Alemania y Francia, el retrovirus en Reino Unido y Alemania o el herpes zóster en Reino Unido y Francia”. Añadiendo posteriormente; “en momentos de restricciones presupuestarios importantes como el actual y con un modelo de financiación totalmente pública de las vacunas infantiles de carácter universal, se están dando barreras de acceso a las vacunas. Poner en valor e incrementar la inversión en salud pública y programas de vacunación como elementos clave de la promoción y prevención de la salud, así como explorar nuevos modelos de financiación de las vacunas, puede garantizar la mejora en el acceso de los ciudadanos y las familias a todo tipo de vacunas”.

 


[1] Jordi Reina, Doctor de la Unidad de Virología del Hospital Universitario Son Espases,

[2] El Valor de las Vacunas a la Salud. Farmaindustria

[3] Jordi Reina. Doctor de la Unidad de Virología del Hospital Universitario Son Espases

[4] Informe del área de consultoría de Life Science & Healthcare de Deloitte

 

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