España en la Ópera. Hanna Stefaniak

La mayoría de los países suelen tener, además de su bandera e himno nacional, su ópera nacional: compositor o compositores que reflejan en su obra de manera especial el carácter del país, con motivos musicales basados muchas veces en el folclore y guiones que cuentan la problemática nacional o reavivan su historia o leyendas.

Al finalizar los estudios de Medicina tuve la oportunidad de cubrir la asistencia médico-sanitaria durante los espectáculos en el Gran Teatro Estatal de la Ópera de Poznan (Polonia), que lleva el nombre de Stanislaw Moniuszko, el compositor operístico nacional oficial. Allí tuve contacto con los temas españoles en la ópera y a través de ellos me fui formando una imagen de España. Tuve ocasión de asistir a modernas representaciones que en breve tiempo seguían a los estrenos mundiales, como «Bodas de sangre» e incluso «El hombre de la Mancha».

La cantidad de óperas sobre temas españoles es asombrosa, de manera que el espectador atento puede conocer la historia, costumbres, problemas y literatura del país, así como viajar por sus regiones. Así, Wolfgang A. Mozart en «Las bodas de Fígaro» (1786) nos acerca a la Andalucía del siglo XVIII, donde el conde Almaviva quiere ejercer su «derecho de pernada», en su sentido popular. Al año siguiente (1787) Mozart nos muestra los hábitos y conducta de «Don Giovanni», famoso seductor del siglo XVII, el eterno donjuán. Un poco más tarde (1816), gracias a Gioacchino Rossini, reencontramos a Fígaro en el «El barbero de Sevilla». «La Favorita» (1840), de Gaetano Donizetti, nos presenta la Castilla del siglo XIV y al rey Alfonso XI sucumbiendo a la voluntad papal.

En «Ernani» (1844), de Giuseppe Verdi, basada en el drama de Victor Hugo, nos encontramos en Aragón, y se palpan los problemas vascos, ya en el inicio del reinado de Carlos I. En «Don Carlo» (1867) se sigue la saga de los Austrias: el enfrentamiento del rey Felipe II con su hijo, el infante don Carlos, con el fondo del monasterio de Yuste, Valladolid y Madrid, para volver años más tarde al monasterio de Yuste de mano de Ernst Krenek en «Carlos Quinto» («Karl V») (1938). En «Don Carlo», según el drama de Friedrich von Schiller, se experimenta el horror y el peso de la Santa Inquisición y la lucha liberadora de Flandes.

El propio Verdi escribió sobre su ópera: «En este drama no hay ningún episodio histórico», que se corresponde con las recientes palabras de Philip Glass: «En la ópera no se representan los hechos, sino los sentimientos».

George Bizet nos lleva a Sevilla (1875), ilustrando con su música la novela de Prosper Mérimée «Carmen». El ambiente gitano y de contrabandistas, toros, amor apasionado y violencia de género sirven para colgar un cierto sambenito a España en el resto del mundo. Continuando en Andalucía, en el año 1896 se estrena la primera edición de «El corregidor», de Hugo Wolf, según la novela «El sombrero de tres picos», de Pedro Antonio de Alarcón. Le sigue «La hora española», de Maurice Ravel (1911), ópera cómica en un acto.

En el año 1913 se estrena «La vida breve», de Manuel de Falla, que nos lleva a Granada, y en el año 1923, «El retablo de maese Pedro», basado en la adaptación de un capítulo de «El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha». Este tema cervantino convertido en musical triunfará en «El hombre de la Mancha» (1965), de Mitch Leigh, representada incluso en los teatros de ópera del mundo entero.

Los dramas de Federico García Lorca también impresionaron e inspiraron a los compositores, no solo a los europeos. «Bodas de sangre» tuvo cinco versiones operísticas: del argentino Juan José Castro (1952), del galés Denis Aplvor (1953), del alemán Wolfgang Fortner (1957), del húngaro Sandor Szokolay (1964) y del francés Charles Chaynes (1988). Finalmente, «La zapatera prodigiosa», de Udo Zimmermann (1982), cierra por ahora la larga lista de temas españoles en la ópera.

Con tanta fascinación por España, ¿no será, quizás, imprescindible una ópera nacional española? A través de la imperecedera música de los compositores europeos se puede hacer un viaje por España en el tiempo y en el espacio, y formarse una imagen de este país, que es, de alguna manera, patrimonio del mundo.

A la temporada de la Ópera de Oviedo le deseamos mucha salud por muchos años. Como se dice en Polonia: ¡Sto lat!

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One Response to “España en la Ópera. Hanna Stefaniak”

  1. jose luis dice:

    Querido Nacho, así es, una ópera nacional como un ballet clásico nacional serían ese tipo de referencias imprescindibles que en sus respectivos ámbitos de las artes escénicas contribuirían a su fortalecimiento, promoción y divulgación como arietes motivantes para el arraigo en los jóvenes;…lástima, y ya viene de lejos, que una miope actitud política no lo observe de igual modo que tu y es que el «fútbol» lo anula todo…y a mi me gusta el fútbol.

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