El hombre se mueve en la duración de lo temporal, Dios en el de la eternidad. El hombre se mueve en el espacio limitado, Dios en el infinito.
Y Dios creó al hombre para que lo eterno y lo infinito tuviera medida y referencia respecto a lo temporal y lo limitado. Dios creó al hombre libre, con voluntad propia, como máxima expresión de su creación, para que, libremente, le amara.
Y Dios se hizo hombre glorificándolo para que desde su temporalidad y limitación pueda llegar a vivir lo eterno e infinito… De manera que una sola persona, Cristo, antes de su muerte era verdaderamente Dios y verdaderamente hombre; y después de su resurección también, aunque con un cuerpo glorificado.
Este es el misterio: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, se encarnó en Cristo, resucitado y glorificado, siendo uno con Dios. Y gracias a ello, el hombre justo, tras su muerte y resurrección, como Cristo, se unirá a Dios.
El cristianismo es la exaltación de la divinidad del hombre justo.
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