La muerte de Jesucristo es la causa de la purificación emocional, corporal, mental y espiritual del cristiano. La muerte y resurrección de Cristo es la catarsis que desbloquea la cerrazón del cuerpo liberando el espíritu y las virtudes del hombre. La sangre de Cristo purifica las almas de los cristianos.
Jesucristo, el hombre de suma bondad, el hijo de Dios, el todo poderoso hacedor de milagros, se somete mansamente a una muerte pública, cruel e ignominiosa -desnudo- por nuestros pecados, para redimirnos y convertirnos al amor de Dios. ¡Qué contraste!
El hecho más aberrante del hombre, el pecado más terrible del hombre, el asesinato del hijo de Dios, sirve para, precisamente, liberarle del pecado original. ¡Qué catarsis! ¡Qué fuerza fue necesaria! ¡Qué misticismo integra íntimamente el amor y la muerte, la muerte y la resurrección, el cielo y el infierno! El placer y el dolor…
El misterio de la fe.