Hoy 17 de octubre es el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Este día tiene que servir para que tomemos conciencia de la necesidad de que los gobiernos de los países más desarrollados pongan en marcha procesos de desarrollo cultural y económico en los países subdesarrollados de manera ordenada y equilibrada. Siempre pensé que con el fin de la Guerra Fría esto sería posible. Pero no ha sido así. El petróleo, el coltan y otras materias primas novedosas y estratégicas siguen siendo causa de guerras fratricidas mientras las grandes compañías internacionales y sus gobiernos se comportan, bajo la máscara del buenísimo, como en la época colonial. Si no peor.
Vivimos en un mundo global y, así como la mala salud de un país y sus enfermedades pueden afectar a todos, la pobreza material y cultural de un país también afecta a los demás. En ambos casos lo estamos padeciendo recientemente: Enfermedades infecciosas, ya sea por virus o bacterias que se extienden peligrosamente por todo el mundo, inmigración masiva e incontrolada, guerras interminables en África, dictaduras teocráticas, guerras civiles en Oriente Medio y terrorismo fundamentalista por doquier.
La única forma efectiva de luchar contra la pobreza es mediante la educación de los pueblos, de la gente, promoviendo la creación de riqueza por ellos mismos y garantizando las libertades individuales y de emprendimiento empresarial, garantizando estas libertades evitando los oligopolios, monopolios y la consolidación de prevalencias de unos grupos sobre otros.
La educación, la cultura integral de las personas, no solo técnica sino también humanística, la cultura verdadera es la que puede afianzar el progreso economico y social de manera equilibrada y sostenible en el tiempo. Este es un problema que solo lo pueden resolver los Estados, no las personas. Ni las ONG.
Los paternalismos, los buenismos y las ayudas descontroladas de Occidente, las ayudas puntuales en sanidad o alimentos, si no van acompañadas de la educación de la población y de medidas propiciadoras del desarrollo económico, solo contribuyen a desestabilizar el equilibrio de los pueblos, lo que desencadena la violencia y la tiranía afianzando la pobreza de sus gentes.
De nada vale para estos paies una vacunación masiva infantil si luego no van a poder comer o beber, recibir educación, encontrar un trabajo. La sobre población generará el crecimiento desaforado de las ciudades y violencia o una emigración desesperada
Un ejemplo son la explosiones demográfica en países subsaharianos como el Congo, Guinea, Mali, Níger, Somalia o El Chad, que hacen insostenible la viabilidad de estas poblaciones en las que, aunque las tasas de fertilidad se bajaran a niveles inferiores a las de Europa, seguirían creciendo de manera muy importante al tener una enorme base de mujeres en edad fértil. Al revés de lo que pasa en Europa donde, aunque las tasas de fertilidad subieran de manera ostensible, la población autóctona irá bajando de manera imparable.
Occidente se ha comportado de manera absolutamente irresponsable y Europa resulta la más perjudicada. Evidentemente los países del tercer mundo también.
La explosión demográfica en África y el expansionismo del islamismo fundamentalista acabaran con una civilización que hace tiempo se embarcó en el suicidio.
Europa se rindió a la vida en 1945.
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