Obstinados por la inmersión política, congraciándose (o no) con la políticos de turno, los hombres que dibujan los mapas del tiempo siguen obsesionados por los límites políticos, a la hora de describirnos el pronóstico del tiempo, olvidándose de los límites geográficos, que son los que de verdad interesan y los que mejor nos harían comprender el tiempo y su correlación con nuestra geografía.
Empezamos por excluir a Portugal de nuestro mapa del tiempo, como si más allá de la «raya» no existiera nada, como si hubiera un precipicio, olvidándose de los pueblos y comunidades de comparten vida e intereses entre las comunidades limítrofes españolas y portuguesas. ¿Por qué esta gente tiene que consultar dos mapas para ver el tiempo que hará en su comarca, en su zona de actuación? Una locura; o más bien una estupidez más.
Con el mapa de España y sus Comunidades Autónomas pasa igual. El tiempo se ofrece Comunidad Autónoma a Comunidad Autónoma o, en todo caso, agrupando Comunidades. Separando zonas geográficas comunes, afianzando las diferencias mediante fronteras políticas que son más o menos artificiales.
Se deberían usar mapas físicos, no políticos. ¿No sería más apropiado hablar del macizo galaico, la depresión del Ebro, la meseta norte, el sistema ibérico, el litoral cantábrico o la cuenca del Guadalquivir, por ejemplo? Apoyándose en referencias tales como los cabos, las montañas las llanuras y los ríos y, como mucho, en las ciudades, que son entidades reales y físicas, aunque también lo sean políticas.
La gente se culturizaría y aprendería a pensar más allá de la política, más allá de los límites que nos imponen los políticos, sin prestar más atención que a los límites geográficos. Aprendería a conocer nuestro país, su ríos, montañas y costas, y no pasaría como lo que hace poco nos enteramos: Había opositores a maestros que decían que el Tajo pasaba por Madrid o que el Sistema Ibérico estaba en Andalucía.
La política nos inunda, los medios de comunicación nos anegan en la ciénaga política dejando fuera los verdaderos intereses del hombre y de la gente. Y esto ocurre debido al poder que hemos conferido a los políticos. Les hemos conferido el poder de administrar nuestro dinero, de organizarnos nuestras vidas, de poder o no arruinarnos moral y materialmente. Y lo hemos hecho todos por indolencia, por la ignorancia, permitida cuando no fomentada, por dejadez y, en muchas ocasiones, por envidia a aquellos que triunfan porque trabajan.
Y gran parte de la sociedad civil, de los medios de comunicación, las empresas, las instituciones, les siguen el juego, sin darse cuenta de que este juego de la política, en las manos de los extremistas demagogos y dogmáticos, y de medios de comunicación sensacionalistas y voraces, puede acabar con todos; con nuestra sociedad.