La investigacion y la innovación en salud como motor de la economía

La investigación en Salud

La salud es el principal actor de la I+D y de la innovación en España: la investigación biomédica supone prácticamente la mitad de la I+D pública. La industria farmacéutica supone por sí sola más del 20% de la investigación industrial. La salud es fuente de progreso científico y técnico y de crecimiento económico. Reduce el absentismo, mejora la productividad del país y es el sostén de un vigoroso, competitivo e innovador sector industrial y de servicios avanzados. La Salud es un bien estratégico para un país.

El mundo sanitario es un importante generador de I+D y un socio imprescindible en el desarrollo socioeconómico. Además, está demostrado que los centros asistenciales que hacen investigación proporcionan una mejor asistencia a los ciudadanos y además hacen un uso más eficiente de los recursos.

La investigación biomédica es un área más del desarrollo tecnológico y científico actual que, de una forma amplia, produce y aporta los conocimientos científicos en los que se sustenta la asistencia clínica. El progreso científico en medicina pone a disposición de los profesionales sanitarios medios cada vez más avanzados para tratar y curar enfermedades.

España es el 5º país en producción científica de la UE-15. Es necesario el incremento de la relevancia científica de los investigadores españoles en el ámbito internacional. Para ello deben desarrollar un papel fundamental de las Fundaciones Biomédicas.

El avance científico y terapéutico depende de una pluralidad de agentes públicos y privados que invierten importantes sumas (públicas y privadas) para I+D y que necesitan un entorno adecuado y favorable para realizar esas tareas y un sistema que utilice las innovaciones en la práctica clínica. Las características del progreso científico-técnico (incertidumbre, riesgo, inversiones, motivación de los profesionales) han de ser tenidas en cuenta en la creación de un entorno favorable.

La fragmentación del mercado a través de las CCAAs no facilita las inversiones en España. Sobran bioregiones y falta masa crítica y criterios homogéneos para hacer atractivo un país que, además, no tiene tradición investigadora

Por ello es necesario crear un estado de opinión pública que sea consciente de los grandes logros que se están alcanzando y se produzca una sensación de interés general en los medios de comunicación y por tanto en el público en general, al menos similar a la expectación obtenida por los deportes.

La innovación en salud

Schumpeter define la innovación como  una nueva combinación de factores de producción. Ésta puede ser el resultado de un invento. Pero podría asimismo ser el resultado de la explotación de nuevos recursos, la copia de una idea desarrollada en otros mercados económicos, o la adaptación de un viejo producto a las nuevas necesidades.

Los economistas ven la actividad innovadora como un factor de desarrollo de la economía porque provoca imitaciones, forzando a los competidores a actuar, normalmente a través de vías creativas que mejoran el diseño original.  Sin embargo, la habilidad para innovar no solo depende de las características innatas de la persona sino fundamentalmente del contexto en el que se desarrolle, instituciones, normativa, administraciones públicas, condiciones del mercado y empresas que le rodean.

Pero la Innovación no se puede imponer, tiene que surgir sola si se crea un marco apropiado y se la defiende de los peligros que le acosan. La innovación está directamente asociada a la competitividad, la libertad individual, el premio al esfuerzo, a la iniciativa y la actividad emprendedora. La propia dinámica de la competitividad exige que los que compiten entre sí innoven para ofrecer productos o servicios nuevos, más calidad y mejor servicio de los actuales y mayor eficiencia y productividad para competir así también en el precio.

En el Modelo Sanitario, si creamos un entorno de autogestión y competitividad entre los provisores de los servicios asistenciales, estaremos promoviendo la investigación como fuente de conocimiento para la innovación y la innovación en sí misma para la mejora de la calidad de los servicios y de los resultados en salud. Y no olvidemos que cuando se aplica un nuevo
descubrimiento científico es cuando se innova.

La competitividad en un elemento de progreso económico, social, científico, deportivo, cultural y, en definitiva de todas las actividades del ser humano. La competitividad es innata a la persona, al individuo, que se esfuerza en hacer las cosas mejor que los otros con el fin de obtener un beneficio económico o un reconocimiento social y, también, una satisfacción personal. De esa manera, la competencia en una fuente dinamizadora para la creatividad y la innovación.

La idea de competencia, en principio, va asociada a la libertad. Sin libertad no hay competencia. El dirigismo es contrario a la competencia al cercenar la iniciativa de los ciudadanos y someterla a los planes directores. La competitividad exige creatividad e innovación y es la fuente del progreso económico y social. Gracias a ella los productos y servicios son cada vez mejores, cada vez más avanzados y cada vez más baratos y asequibles. La competitividad es la fuente del progreso.

Los Estados y sus Administraciones Públicas son muchas veces inductores, cuando no creadores, de situaciones mono u oligopolio u oligopsonio. Intervienen en los mercados produciendo bienes y servicios en aras de garantizar una oferta, o satisfacer una demanda, pero a la postre crea ineficiencias, destruye la competitividad y, en muchas ocasiones, son fuente de corrupción en mayor o menor grado.

Nuestro sistema sanitario debería, por tanto, contemplar la autogestión y competitividad de los centros sanitarios, así como la libertad de elección por parte de los ciudadanos. La innovación siempre es una ventaja competitiva que aporta valor a los centros y a los profesionales.

El Estado, sin embargo, debe regular y vigilar los mercados, no interviniendo en ellos como agente productor o comprador privilegiado sino generando leyes y normas que garanticen su libertad y que eviten situaciones de privilegio permanente y situaciones monopolísticas, vigilando e impidiendo el desarrollo de actividades contrarias a las leyes de libertad de mercado antes expuestas.

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