La noche insospechada
de los árboles caídos,
de los olores heridos
de un aroma inacabada
se cierne sobre las gentes
de largas lenguas voraces
y sobre sus secuaces
de turbias mentes ausentes,
mientras los caballos galopan
sobre débiles tormentas
de aquellos que se agolpan
en las frágiles fronteras
de mentes graves infectas.
Y el espíritu de los duendes
y las hadas de la vida
y la magia de los bosques
y el placer de la herida
invaden la fértiles ganas
de las mentes más sanas.
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