Durante los primeros siglos del cristianismo hubo muchas disertaciones sobre la naturaleza de Cristo. Sobre si era Dios junto con el Padre, si siempre existió, sobre su naturaleza, sobre su resurrección, etc. La corriente más importante y conocida era la del arrianismo, sobre todo porque fue la utilizada por el pueblo godo, como el visigodo. Hasta que fue abandonada por el rey Recaredo, abrazando la corriente católica y adjurando del arrianismo. El arrianismo sostenía que el Hijo de Dios no existió siempre, sino que fue creado por Dios Padre.
También surgieron controversias sobre el Espíritu Santo. Tanto la iglesia católica Romana como la ortodoxa y la protestante, creen, conforme al credo del Concilio de Nicea, celebrado en el año 325, convocado por el emperador Constantino I y presidido por el obispo Osio de Córdoba, que el Espiritu Santo es una de las tres personas distintas, junto con el Padre y el Hijo que forman un solo Dios Verdadero. Lo que se llama La Santísima Trinidad, a la que se refiere el Credo de Nicea:
“Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho … por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre … Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas…”
No dice el Credo si el Espíritu Santo existe antes de todos los siglos, como en el caso del Hijo: Sólo que procede del Padre y del Hijo. (Otra controversia fue con aquellos que pensaban que procedía solamente del Padre y que aún sostiene la iglesia ortodoxa) a pesar de que el Evangelista San Juan lo deja claro: Juan 20:22 Entonces (Jesús) sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid al Espíritu Santo”.
Pero, ¿por qué es El Espíritu Santo una persona? ¿tiene voluntad, deseo, conciencia de sí mismo como alguien independiente? Creo que no. Creo que el Espíritu Santo es el poder o fuerza activa de Dios. El Espíritu Santo es Dios Mismo, pertenece a Dios. Es el Espíritu de Dios. Es como en el caso de nuestra alma. Esta es el espíritu, del hombre pero no es una persona independiente del hombre.
Cuando se celebró el Concilio de Nicea había muchas controversias; muchas desviaciones heréticas sobre la naturaleza de Dios, sobre el Espíritu Santo y sobre Jesucristo. Y sobre todo frente al arrianismo, que decía que el Espíritu Santo era una “entidad espiritual” o naturaleza angélica de condición excelsa, muy cercana a la divinidad, pero diferente a ella por su condición de criatura. Por ello, era necesario asentar los principios de la fe cristiana de manera comprensible para la gente de aquel tiempo. Y se encontró la fórmula de la Trinidad: Tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Y se resolvió el problema de la naturaleza del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo de un plumazo.
De este razonamiento me viene a la mente razonar sobre el Alma de Jesucristo. En varios pasajes de los Evangelios se trata del alma de Cristo explícitamente, por ejemplo, cuando dijo Jesús: «Mi alma está turbada» (Jn 12, 27); «El Hijo del hombre vino a dar su alma como rescate de muchos» (Mt 20, 28); «Triste esta mi alma hasta la muerte» (Mt 26, 38); «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23, 46). Y otras veces cuando los evangelistas cuentan que el Maestro conocía «en su espíritu» los pensamientos de sus enemigos (Mc 2, 8.); o que gimió «en su espíritu» (Mc 8, 12); que se conmovió o se turbó «en su espíritu» (Jn 11, 33; Jn 13, 21), que «rindió el espíritu» (Mt 27, 50; Jn 19, 30).
Jesucristo era hombre en cuerpo y alma. Cuando Dios se hizo hombre, mediante a encarnación en María Virgen, fue engendrado como hombre, con cuerpo y alma, con su naturaleza completa. Y ese cuerpo resucitado, unido a su alma, glorificado, está en la gloria de Dios Padre, formando parte de él, pero sin perder su personalidad. El credo de Nicea dice que la naturaleza divina de Jesús, existió desde siempre formando parte de la naturaleza de Dios Padre, y que esa naturaleza se encarnó en María la virgen y su naturaleza humana (en alma y cuerpo) fue engendrada en el vientre de María.
El cristianismo se fundamenta en la naturaleza divina y humana de Jesus Cristo, Dios y Hombre verdadero, y en la resurrección de su cuerpo y su ascensión al cielo en cuerpo y alma, tal como lo decía San Pablo: “si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también vuestra fe”.
Cuando Cristo sopla el Espíritu Santo, sopla desde su naturaleza divina. Por eso el Credo de Nicea dice que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Es Dios quien infunde el Espíritu Santo. No hay razón para que pensemos que es una persona diferente del Padre o del Hijo. Tampoco pienso que sea trascendente el afirmar que es una persona o que es el mismo espíritu de Dios Padre e Hijo. Pero en aquella época de expansión del arrianismo sí parece que había que “cortar por lo sano” y evitar la herejía que suponía que el Espíritu Santo fuera un ser espiritual divino, pero de rango inferior, como los arcángeles y los ángeles.