Según datos del Banco Mundial, en 2015 había en el mundo 7.100 millones de personas aproximadamente de las que seis de cada siete de esas personas viven en países de ingreso bajo y mediano. Las tasas de crecimiento de la población son mucho más altas en la mayoría de los países de ingreso bajo y mediano que en la mayoría de los países de ingresos altos y aunque en aquellos países las tasas de crecimiento de la población han disminuido en las últimas décadas, siguen siendo altas porque las tasas de natalidad no han bajado con la misma rapidez que las tasas de mortalidad, gracias al saneamiento de las aguas y a la vacunación infantil. Pero aunque la tasa de crecimiento de la población de los países en desarrollo ha estado disminuyendo durante varios decenios, el número de personas que se agregan a la población cada año ha ido aumentando porque la base demográfica se ha vuelto mayor.
Estos países tienen una gran proporción de su población en edad de procrear por lo que experimentan un ímpetu demográfico. Incluso si las parejas sólo tienen el número de hijos suficiente para reemplazarlos cuando mueran, la población continuará creciendo y no se estabilizará hasta que el grupo más joven llegue a una edad en que ya no pueda tener hijos. Este crecimiento de la población, no acompañado del crecimiento económico y cultural, genera conflictos y hace más difícil para estos países mejorar los niveles de vida ejerciendo además el deterioro de su medio ambiente.
En los países musulmanes los índices de fecundidad van desde un moderado 3,34 en Egipto al 7,60 en Níger, situándose los países subsaharianos entre el 5,0 y el 7,6. Todo lo contrario que en Europa, donde, aunque a partir de ahora se tuvieran el número de hijos para poder reemplazarse, la población autóctona seguirá disminuyendo sin remedio. El índice de fecundidad es de 1,23 en Portugal, de 1,33 en España, de 1,37 en Italia, de 1,47 en Alemania, de 1,81 en el Reino Unido y de 2,01 en Francia. Como puede apreciarse, el índice, siendo muy bajo, va creciendo en los países con mayor población musulmana, sobre todo en Francia, donde se han desarrollados más políticas de incentivo a la natalidad que son aprovechadas, casi únicamente, por la población musulmana.
Un decrecimiento demográfico significa irremediablemente un decrecimiento económico, porque los pisos se quedarán vacíos, las tiendas tendrán que cerrar… Cualquier economista lo tiene claro. El dilema en que se encuentra Europa es que necesitará la inmigración de personas para mantener su nivel poblacional y, sin embargo no hay una inmigración alternativa.
En el caso de España, si hubieran otros países en Europa sin este problema tendríamos una inmigración desde Europa; pero Alemania, Italia, Francia, Polonia, Portugal, Grecia, y otros países del Este, están también en la misma situación que España. Países que van a desaparecer si no hacen algo; la única inmigración que puede venir aquí es de muy baja cualificación; además, en su mayoría, con una cultura islámica. Europa camina hacia el tercermundismo; ya está ocurriendo. Porque al contrario que entre nosotros, los imanes propalan desde las mezquitas la procreación. En algunos países islámicos no ya se mira mal a las familias que no tienen hijos sino que se las multa y castiga.
Una inmigración descontrolada, de baja cualificación y fanatizada como la musulmana, la cual no ya no se integra culturalmente sino que intenta imponer su cultura islámica y la Sharía, nos conducirá irremediablemente al tercermundismo económico y culturalmente a la Edad Media.
Las posibles soluciones deberían de venir por el desarrollo de políticas de apoyo político, económico, mediático y social a las familias autóctonas para favorecer el crecimiento y la fertilidad de las mujeres, como lo vengo diciendo en mis anteriores libros.
Por otro lado mediante el desarrollo de una política activa de inmigración selectiva atrayendo desde todas las partes del mundo a aquellos posibles inmigrantes de interés para los países europeos. También acabando con las nacionalizaciones masivas de inmigrantes y la repatriación de los inmigrantes en situación irregular o ilegal. La contención de la inmigración descontrolada tiene que hacerse mediante un control férreo de fronteras y desarrollando políticas activas de desarrollo económico y contención de la natalidad en los países de bajo nivel de ingresos, a la vez que estableciendo sistemas de apoyo a los inmigrantes en los países de partida hacia Europa.
Es muy importante que nuestra población se dé cuenta de la gravedad de este problema y lo afronte como realmente lo es, acabando con el buenismo culpabilizante y con el egoísmo y el desinterés de la gente. Es necesario que nuestros políticos actúen con responsabilidad en defensa de sus ciudadanos, de su casa, de su familia, de sus hijos, de sus nietos y se olviden de ideologías fantasiosas. Por nuestro bien, el de Europa y el del Mundo.