¡Ah, que soñada emoción
escuchando esta canción
que embriaga mi corazón!
¡Que dulzura, qué furor
despertaba en mi pecho,
qué irrefrenable ardor
por aquello tan bien hecho!
¡Ah, que bella melodía
escuché, si, aquel día
en que al oirla sonreía!
Hoy olvidé ya su son,
y he vuelto a la razón
de la prosa sin poesía.