La terquedad de los que no quieren reconocer los problemas de nuestro Sistema Nacional de Salud, los que defienden a toda costa una gestión estatalizada, burocrática y funcionarial, controlada por sindicatos de clase con planteamientos antiguos y obsoletos, es la que nos puede llevar a un déficit progresivo de la calidad que lo acabe por convertir en un régimen de beneficencia y creando graves diferencias entre los que se pueden pagar una sanidad privada y los que se han de conformar con la pública, que necesariamente conllevará progresivos recortes en prestaciones y medicamentos, largas listas de espera, restricción a nuevas tecnologías, etc.