Desde la mayoría de las instancias públicas o de poder político o económico del mundo nos llevan mandando mensajes sobre la amenaza de pandemias, antes y después de la que estamos viviendo del Coronavirus. Amenazas generadas por nuevas cepas, de momento mas infecciosas y desconocemos y en el futuro más letales.
Nos encontramos ahora con graves peligros: el desarrollo de nuevos virus desconocidos y cada vez más letales y selectivos, y el desarrollo de la multirresistencia bacteriana, de nuevas bacterias resistentes ante todo tipo de antibióticos. Las investigaciones no solo van dirigidas con el objetivo de mantener y mejorar la salud, sino con otros fines como el control y selección de la población o, directamente para su utilización como armas bélicas.
Nos enfrentamos a nuevas amenazas, como la zoonosis y la amenaza vectorial. Las enfermedades transmitidas por vectores como el dengue, la malaria, el zika, el Chikungunya o la fiebre amarilla constituyen, según la ONU, la principal amenaza mundial contra la salud. España puede ser un gran “campo de minas” por la amenaza vectorial y la introducción de patógenos, en un entorno favorable con condiciones de agua, humedad y calor.
Estamos sujetos a amenazas biológicas que formen parte de la llamada guerra híbrida y del terrorismo internacional, y las provocadas por armas biofísicas mediante radiaciones electromagnéticas y otras técnicas innovadoras.
Antes vivíamos solo bajo la amenaza de las bombas atómicas, de las bombas de neutrones y de las armas químicas. Ahora ya tenemos más motivos de preocupación… Que sea lo que Dios quiera.