Añoro los días perdidos
de vidas tranquilas y agrestes
en pueblos vivos y alegres
con castaños ya vencidos.
Añoro las alegres montañas
por blancos neveros coronadas
y de claros ríos circundadas
de verdes juncos y de cañas.
Los bosques prietos y las cabañas
que a los pastores refugiaban.
De los montañeros las hazañas
que cuando niño me contaban.
Añoro las soledades
del espíritu en la mañana
fuente de las cualidades
que empaña el alma serrana.
Añoro lo que era todo
y ahora lo es ya nada.