Parece increíble la gran farsa que se ha montado alrededor de la huelga de la Sanidad Madrileña. Y más increíble aún que los médicos y jefes de servicio no se hayan desmarcado de los slogan y otras medidas propagados y organizadas por organizaciones de extrema izquierda cercanas a Izquierda Unida, los sindicatos CC. OO. y UGT y alentadas por el Psoe madrileño. Slogans con «La sanidad no se vende, se defiende» o como que tienes que pagar por acudir a un centro publico de gestión privada, etc. No son más que una sarta de mentiras, habituales de la extrema izquierda. Por no decir el engaño al que se sometía a los pacientes a la entrada de los hospitales para que firmaran en una lista si no querían que desapareciera la sanidad pública. Desde luego con este tipo de huelgas y manifestaciones no se defiende la sanidad pública, se la ahoga todavía más. En los primeros 17 días de huelga se han producido 6.500 intervenciones quirúrgicas menos y 50.000 consultas menos. ¿Cómo se va a poder recuperar este desfase? Muy difícilmente, por no decir imposible. ¿Quien lo ha estado pagando y quien lo va a pagar?: El paciente.

En conclusión, esta huelga ha resultado un desastre, que es lo que desea la extrema izquierda, pensando que así podrá abarcar más cuota de poder y, en mi opinión, ha sido una acción irresponsable por parte de las organizaciones médicas serias, que se han dejado llevar por el oportunismo de sindicatos y organizaciones poco relevantes que adquirieron un protagonismo inexplicable ante el seguidismo e inacción de las organizaciones profesionales.

Es cierto que la administración pública madrileña debía haber consensuado sus medidas con los profesionales sanitarios, e intentado también con los sindicatos. Estas medidas se habrían recibido de manera muy diferente si previamente se hubieran consensuado y se hubieran presentado con el respaldo de los profesionales médicos del Servicio Madrileño de Salud, especialmente jefes de Servicios Clínicos. Y esto creo que habría sido posible. Los profesionales, lógicamente, han protestado ante unas medidas que, tomadas de manera simplista, pueden arruinar sus Servicios Médicos y de Cirugía, dando al traste con sus planes estratégicos precisamente demandados por la Consejería.

Pero, por otra parte, los médicos y sanitarios tienen que enterarse que no deben ni pueden ser funcionarios, con el puesto asegurado de por vida, en una estructura administrativa funcionarial y bajo un régimen económico administrativo público, bajo el presupuesto de la Consejería, que supone el sometimiento a una contabilidad presupuestaria en la que carecen de balances y cuentas de resultados y cuyos directores no pueden gestionar con las debidas herramientas comunes a toda actividad empresarial, sea esta de propiedad pública o privada. Es injusto, insolidario, ineficaz e ineficiente.

Otra cosa es la reivindicación del papel del médico y su autoridad para diagnosticar y, en su caso aplicar, libremente la terapéutica prescrita para sus enfermos, así como su autoridad a la hora de gestionar los servicios sanitarios tanto públicos como privados. Y en este sentido deben ir los esfuerzos de las asociaciones cientificas y colegios. No en sumarse e huelgas, cuya competencia es de los sindicatos.

O superamos estas situaciones y, aplicando la imaginación y el sentido común, ideamos una nueva forma de gestionar el sistema sanitario público o este desaparecerá tal como es, convirtiéndose en algo parecido a los antiguos centros de beneficencia para personas sin recursos ya que, las personas que puedan, concertarán pólizas de seguro con las aseguradoras privada.

El sistema sanitario no se defiende a base de empujar y empujar, ni de protestar por que no siga igual. Es como si una persona hace huelga de hambre por que se ha empobrecido. Lo que tiene que hacer es cambiar de actitud, trabajar más, buscar otros negocios o buscar otro empleo. Y eso es lo que tenemos que hacer con el SNS: idear como puede ser más justo mas eficiente y más profesional, dotarlo de las herramientas de gestión que permitan que esto sea posible.