Libertad y dignidad de la persona

La libertad es la capacidad de decidir por nosotros mismos, de elegir nuestras acciones y de asumir las consecuencias de nuestros actos. Es el derecho inalienable de cada individuo a vivir una vida auténtica, sin miedos ni ataduras. Es la posibilidad de expresar nuestras ideas, nuestras creencias, nuestras pasiones, sin temor a ser juzgados o reprimidos.

La libertad, ese anhelo innato que palpita en lo más profundo de nuestro ser, es el motor que impulsa nuestros sueños y nos permite trascender las barreras impuestas por el mundo.

Dios nos hizo libres. Un hombre racional con la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La libertad es una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y por tanto, de crecer en perfección o de flaquear y pecar. En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia.[1]

La libertad caracteriza los actos propiamente humanos. Se convierte en fuente de alabanza o de reproche, de mérito o de demérito. La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que estos son voluntarios. El progreso en la virtud, el conocimiento del bien, y la superación espiritual acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos. Toda persona humana tiene el derecho natural de ser reconocida como un ser libre y responsable. Todo hombre debe prestar a cada cual el respeto al que éste tiene derecho. El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana.[2]

La libertad es ese viento fresco que acaricia nuestro rostro cuando nos atrevemos a desafiar las normas establecidas y a buscar nuestro propio camino. Sin libertad todo es falso; el amor es falso; la lealtad es falsa; la vida es falsa…

Libertad y Dignidad de la persona, son dos conceptos intrínsecamente ligados que definen nuestra existencia y nos permiten alcanzar nuestra realización como seres humanos. Sin libertad no hay dignidad y no es concebible una libertad sin dignidad.

La libertad está intrínsicamente unida a la dignidad, sin dignidad es imposible. La dignidad es el respeto que merece cada individuo, sin importar su origen, su raza, su sexo, su nivel mental o su condición social. Es reconocer que cada uno de nosotros somos seres humanos individualmente valiosos, únicos, y merecedores del mayor respeto.

La dignidad se manifiesta en el trato justo y en la igualdad de derechos. Es el pilar fundamental sobre el cual se construye una sociedad justa. Es el reconocimiento del valor de cada la vida, de cada persona, sin discriminación ni marginación.

La libertad y la dignidad de la persona son los cimientos para que una sociedad prospere y crezca de manera armoniosa. Son los pilares que nos permiten alcanzar nuestros sueños y construir un mundo mejor. Son los valores que nos permiten ser auténticos, valientes y trascendentes.

Pero la libertad siempre está amenazada por aquellos que, aprovechándose de ella, quieren acabar con la libertad de los demás. Por ello es un tesoro que debemos cuidar y proteger, defendiéndola y luchando por ella, y así preservarla para nuestros hijos y nietos. No podemos permitir que se nos arrebate, que se nos limite o que se nos condicione.

Debes luchar por tu libertad y la dignidad y la de cada ser humano. La libertad y la dignidad de la persona son derechos inalienables que nos pertenecen a cada uno de nosotros. No te dejes silenciar, ni te dejes oprimir ni que te traten como mero objeto. Defiende tu esencia como ser humano libre y digno.

«Para ser libres no solo debemos deshacernos de las cadenas, sino vivir de una manera que respete y potencie la libertad de los demás» (Nelson Mandela).


[1] Extractado del artículo 3 del catecismo de la Iglesia Católica

[2] Extractado del artículo 3 del catecismo de la Iglesia Católica

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