Lo que importa no es cuanto dones a una ONG sino cuanto amor eres capaz de repartir entre los que te rodean, entre los que te cruzas cada día en tu normal quehacer: tu familia, tu trabajo, en las tiendas, cuando conduces tu coche o vas en el metro en los bares, restaurantes… en la calle, con los más necesitados.
Amor expresado en las sonrisas, los detalles galantes, los favores, los perdones, las limosnas, las miradas, las palabras cálidas y amables, las ayudas, el cariño puesto en cada relación con los demás, tu esposa o esposo, tus hijos, tus hermanos, tus familiares y amigos, tus vecinos, tus compañeros de trabajo, tus conocidos y desconocidos.
Porque en eso radica la verdadera felicidad, en el perdón, en la magnanimidad, en el cariño, en el amor. Compruébalo.
Porque el amor a ti mismo no te vale de nada si no lo extiendes a los demás que te rodean, amándolos como a tí mismo.
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Sabias palabras Ignacio, yo siempre he pensado que el único objetivo del ser humano es encontrar su camino, y una vez lo haya encontrado ayudar a otros a encontrarlo también.
Magnifico blog.
Muy de acuerdo contigo, bonitas palabras