¿Quién no se ha emocionado oyendo una marcha militar? ¿Quién no se ha sentido optimista, contento al escucharla?
Mirad y escuchad esto: http://youtu.be/dmIWnEnrQrI
Las marchas militares hacen sentirse a uno más activo, dinámico, vital… Es un sonido positivo que nos alerta y emociona impulsando nos a la acción. Es una música que nos une y nos hace sentirnos compañeros, camaradas. Es una música que nos emociona, a veces hasta hacernos llorar.
Lamentablemente está música se usaba para la guerra, para enaltecer a los soldados y a los ciudadanos. Y enaltecer a los ciudadanos es muy positivo, salvo el fin final, porque la guerra no engendra más que la muerte, el odio, el hastío y el rencor entre quienes la desarrollan y un sufrimiento inhumano entre quienes la padecen.
Por ello tendríamos que recuperar las marchas para la paz, para la alegría y fraternidad entre los pueblos, para que las personas se sientan felices y orgullosas de sí mismas. Ya fue usual en la posguerra su continuo uso en las competiciones deportivas, cosa que ahora ha decaído o casi desaparecido, sustituyéndose por otras músicas ordinarias y violentas.
Pero cuando suenan en algún concierto, como sonaba «Viejo Camarada» en un Concierto de André Riu en Holanda, la gente lloraba de alegría y felicidad con la carne de gallina. La pieza más esperada en el Concierto de Año Nuevo en Viena es la Marcha Radetzky con la que finaliza, disfrutándola todo el mundo, con la cara alegre y sonriente, coreándola con las palmas.
Hay un enorme repertorio musical de Marchas de espléndida factura que hay que poner en valor, que hay que recuperar para nuestra felicidad. Hay que poner en valor la música que verdaderamente vale, abandonando complejos modernistas que se agarran a «música» sin valor, de mala calidad, elemental y ramplona.
¡Disfrutemos de lo bueno que tenemos y, si puede ser, en esa línea avancemos!