La música es pasión, amor y nostalgia, decía Richard Wagner. Sí, es verdad, pero también nos hace sentir paz, alegría, serenidad, placer, misterio, inquietud, ira, pena, felicidad, deleite, entusiasmo, melancolía, sorpresa, asombro, euforia. Locura también.
Sentimientos que todos hemos experimentado al oír la música porque la música es pura emoción y expresividad de los sentimientos que va mucho más allá que las palabras. Expresa lo que no se puede expresar en palabras. Pero tampoco puede ir más allá del sentimiento.
La poesía, la auténtica poesía es casi música. Es musical, tiene armonía, métrica, tempo, tiene ritmo, tiene cadencia, altura, intensidad: forte, vivace, suave, piano… la poesía tiene estrofas, tiene versos y acordes.
Y cuando una poesía se declama, recita y vocalmente se representa, y más cuando se pronuncia y entona con un fondo musical, entonces se potencia enormemente su emoción. Un piano, un arpa… Ya los griegos y luego los romanos declamaban sus poesías con una lira. La lira era instrumento de ángeles y poetas.
Música y poesía están unidas. Para lo bueno y para lo malo.
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