Nuestra crisis es una crisis existencial, de existencia como país, como pueblo, como cultura, que debemos superar. Tenemos que reconocernos, aceptarnos, valorarnos y reaccionar con el propósito de superarnos cultural, social y económicamente a partir de los valores alcanzados. Como europeos y como españoles poniendo en valor nuestra historia y nuestra cultura común catalana, castellana, gallega, en definitiva hispánica, como una única cultura que forma parte intrínseca de la europea. Solo los mezquinos, los egoístas o los indolentes son capaces de no reconocerlo.
Ponemos en cuestión nuestra cultura y nuestro progreso y, sin embargo exigimos los bienes y servicios propios de un Estado de Bienestar. Pero nuestro sistema de bienestar no es sostenible porque ni nuestra economía ni nuestro modelo político y social son sostenibles. A medio y largo plazo, por mucho que queramos, ni el sistema sanitario ni el sistema de pensiones son sostenibles. Por mucho que protesten ciertos Sindicatos y ciertos políticos. Los hechos son objetivos. Contamos con una de las tasas de nacimientos más baja del mundo, 1,38 hijos por mujer, y cada vez se producen menos años trabajados por año de jubilación (2,4). Dentro de 30 años habrá 4 personas de más de 60 años por cada niño. Porque nos negamos a nosotros mismos.
Todos sabemos que es necesario hacer sostenible nuestra economía para que lo sea nuestra sociedad del bienestar. Es decir que la economía (es decir, la riqueza) crezca y lo haga de manera sostenible en el tiempo.
Para ello no son suficientes las medidas de ajuste. Como consecuencia de la presión para reducir el gasto público se está produciendo la deslocalización de las industrias, la disminución de la I+D+i y la desaparición de tejido empresarial. Tampoco son suficientes las medidas tomadas para el desarrollo del crédito. Decía Botín que no hay demanda de crédito solvente, pero ¿Cuáles son los baremos de solvencia actuales? ¿Los mismos que los que se pedían cuando se concedieron irresponsablemente las hipotecas? No, ¿verdad?. Es por tanto muy importante asegurar que el comportamiento de los bancos sea corresponsable con el resto de los agentes económicos de este país con el fin de poder sacarlo adelante. Es necesario una reforma del modelo financiero, si, que asegure su función, proporcionar crédito a empresas y empresarios para el desarrollo de su negocio.
Hay que planificar la reconversión de las industrias afectadas y entre ellas, la industria de la salud, que es vital para el empleo y el desarrollo económico en España por su alto valor multiplicador.
A corto plazo hay que crear un marco de juego que reconozca el valor e incentive el empresariado, la emprendeduría, promoviendo su reconocimiento social, agilizando las tramitaciones administrativas, mejorando su retribución y compensación económica, y realizando una profunda reforma de la Función Pública.
Pero a medio plazo son necesarias medidas estructurales de calado, como adelgazar de manera dramática la estructura administrativa del Estado tanto a nivel local como regional y centralizar las decisiones referentes al aseguramiento de las prestaciones sociales como la sanidad, la educación y la asistencia social, permitiendo al ciudadano la libertad de elección, sobre una base de trasparencia de resultados en salud, en formación, etc. Servicios como el de la Justicia y otros muchos han de ser políticamente centralizados en un entorno de desconcentración administrativa haciéndoles más eficientes y menos burocratizados.
De cara a plantar cara y tratar de solucionar el suicidio demográfico, que supondrá un declive inexorable económico y social, es necesario potenciar nuestro crecimiento demográfico, poniendo en valor a las madres y a las familias, cambiando la cultura del victimismo por la del heroísmo, discriminando la inmigración para obtener una inmigración de calidad y creando atractivos que favorezcan la residencia de los españoles o de extranjeros de alto valor añadido y cambiando nuestro modelo político hasta ahora secuestrado en parte por políticos dogmáticos y nacionalistas con visión cortoplacista u orientada al voto, al poder.
En resumen, tiene que estar en la hoja de ruta el cambio del modelo político mediante una renovación de nuestro modelo democrático que asegure la división e independencia de poderes, la trasparencia de la administración pública, el reequilibrio de derechos y deberes entre la sociedad civil y el poder político, y el valor equitativo del voto de cada ciudadano.