¿El hombre quiere transcender más allá de la vida material o quiere permanecer en ella para siempre? Esta es la cuestión, este es el dilema. Qué sentido tiene la vida y qué sentido tiene la muerte.
La gente quiere vivir, pero ¿Por qué hay gente que se suicida? En España cada día once personas de todas las edades acaban con su vida. No buscan transcender. Buscan acabar. Acabar con su vida.
Los cristianos dicen que vivimos en un valle de lágrimas. Los budistas quieren acabar con todo deseo en la vida. Los indios dicen que se suceden en una reencarnación a otra hasta llegar a la nada. Filósofos y teólogos de todos los tiempos se han preguntado sobre qué sentido tiene la vida y cuál es el destino de hombre, del porqué de su existencia.
Hoy la ciencia va avanzando en su lucha contra el envejecimiento. Seguramente se consiga cada vez una mayor perdurabilidad de la vida humana. Podrá llegar un momento en el que la muerte solo acaecería por accidente externo grave como la rotura del cráneo y pérdida de su masa encefálica…
Dados los avances tecnológicos en el desarrollo del conocimiento microbiológico, del comportamiento molecular proteómico y genómico, es posible vislumbrar un futuro, más o menos cercano, en el que las enfermedades sean evitables y curables y el envejecimiento vencido, incluso se logre la posibilidad del rejuvenecimiento.
Claro que este acceso al antienvejecimiento y la medicina curativa no estaría al alcance de todos. Solo de unos pocos. Podríamos conseguir la “amortalidad”, que no la inmortalidad, del hombre. De algunos hombres.
En todo caso, la pregunta es esta: ¿La permanencia de la vida responde a la búsqueda del hombre por saber por qué está aquí y para qué? ¿Qué consigue el hombre con ello? ¿Quedará satisfecho o querrá algo más? ¿Tendría sentido “vivir para siempre”?
El transhumanismo, una alternativa a la permanencia, no es más que la robotización del hombre. Probablemente un hombre biónico.
Dado el desarrollo computacional, el desarrollo de nuevos metales, de la nanotecnología, del conocimiento de las partículas atómicas y su comportamiento, la posibilidad de construcción de robots, más o menos biónicos y dotados de inteligencia artificial, es algo que ya es un hecho.
En el caso en el que todo el conocimiento contenido en el cerebro de una persona, pudiera ser trasladado a una máquina, a una supercomputadora, y esta actuara mediante un cuerpo robotizado, sea este biológico o biónico o con la tecnología y materiales que fuere, este robot podría llegar a ser el futuro hombre sin alma, sin espíritu. Un transhumano. Solo con lógica. Con una lógica de comportamiento. Y una memoria histórica del humano del que se trasfirió. No sería humano. Sería Transhumano.
La evolución del hombre biológico al hombre biónico y de este al robot parece previsible cuando no imparable. Una evolución hacia la desaparición del hombre.
Pero hay otra alternativa a esa evolución: la evolución del hombre biológico hacia el Superhombre: Un hombre con el alma íntegra, pero sin enfermedades y con la mejora de sus capacidades físicas e intelectuales. Este afán de superación, de algún modo, vuelve a dar un cierto sentido a su existencia. Buscando el cada vez mejor.
Pero vuelvo a la pregunta anterior: ¿Realmente el hombre busca la permanencia en esta vida o la transcendencia hacia otra vida que supere las barreras espaciales y temporales? Y queda otras preguntas más: ¿Para qué vivir? ¿Por qué vivir? ¿Hasta cuando vivir? ¿No sería mejor morir en esta vida y resucitar en la otra? Transcender, superar, alcanzar, lograr ese sueño imaginable de la inmortalidad y alcanzar la eternidad con Dios.