Prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Las virtudes olvidadas.

La prudencia no sólo consiste en actuar con reflexión y precaución, sino también es la virtud de comunicarse con los demás por medio de un lenguaje claro, veraz y cauteloso, así como actuar respetando los sentimientos, la vida y las libertades de las demás personas. La prudencia dispone la razón a discernir el verdadero bien del mal para cada circunstancia, y a elegir los medios adecuados para realizarlo.

En la virtud de la justicia subyace el reconocimiento de la verdad de las cosas y las obras, de lo que es bueno y de lo que no lo es, de lo que es de uno u otro y de lo que no lo es. La virtud de la justicia consiste en la observación de esta actitud en todas las obras. Ser justo es ser verdadero, auténtico y bueno.

La fortaleza es la energía del espíritu, no es meramente fuerza de la voluntad. Es poner en juego toda la potencialidad de que el hombre es capaz. Actuar con fortaleza supone superar el temor y moderar la audacia.

La templanza es la que sujeta los sentidos a la razón;
los movimientos pasionales, sabiamente regulados, constituyen para el ser humano el disfrute verdadero de la vida. Con templanza se logra hacer un todo armónico a partir de componentes dispares. La templanza no se opone a la inclinación natural del hombre, sino que actúa de acuerdo con ella.

La observación de estas virtudes, más la fe, la esperanza y la caridad en cada uno de nuestros actos, nos darán la felicidad.

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