Dios es el Ser Perfecto. Dios es la felicidad suprema, el amor supremo. No puede sufrir. Solo puede sufrir en la persona de Jesucristo a causa de su doble naturaleza divina y humana. Jesucristo tuvo hambre y frío. Jesucristo sufrió cansancio y lloró. Sentía como hombre. Sufrió el martirio de su pasión como hombre. Cuando Jesús sufría, cuando dijo «Padre aparta de mi este cáliz», era su naturaleza humana quien sufría, no la divina. Cuando decía Dios mío. «¿Por qué me has abandonado?» Lo decía como hombre, no como Dios.
Jesús le dijo al buen ladrón: «hoy estarás conmigo en el paraíso» porque su naturaleza divina siempre estuvo, está y estará en el Paraíso. Se lo decía como Dios, no como hombre. Jesucristo, Dios y hombre verdadero, ante todo era Dios, era uno con Dios y por lo tanto eterno. Pero su naturaleza humana, no. Fue engendrado por la virgen María, aunque por obra y gracia del Espíritu Santo. Su naturaleza humana tuvo un principio, aunque no tendrá fin.
Cuando Jesús murió, murió su naturaleza humana. Jesucristo bajó a los «infiernos» lo que quiere decir que su naturaleza humana estaba muerta, que su cuerpo estaba muerto, que estaba entre los muertos. Sólo al tercer día su cuerpo resucitó, glorioso, unido a su alma. En ese momento, con la resurrección, su naturaleza humana se divinizó y subió en cuerpo y alma a los cielos.
Ese es el mensaje de la Iglesia trasmite, que los hombres resucitarán, que se unirán alma y cuerpo el día del juicio final y que los justos serán glorificados y se unirán a la luz de Dios y los malvados serán despreciados e irán a las tinieblas para toda la eternidad.
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