Salamanca, poesía y alegría
de la eterna juventud mía.
Dorada, azul y misteriosa,
embrujadora y luminosa.
Corría el vino, y las canciones
salían de nuestros corazones,
abrigadas en la noche estrellada,
alegres hasta la madrugada.
El calor del estío en las noches
acogía los deseos e ilusiones,
las jóvenes y bellas fantasías
engarzadas de amor y poesías.
Las calles desiertas al mediodía,
recogidos tras alegre chateo,
oíamos a lo lejos la melodía
que suavemente tocaba Orfeo.
Pasiones, estudios, diversiones,
vehementes discusiones.
Noches de ardores y razones;
latidos de los corazones…