En el Antiguo Testamento, en Éxodo 2, se recoge el primer mandamiento que Dios dio a Moisés fue: “Yo soy El Eterno tu Dios”, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.

En ningún caso se habla de amar… tan solo de adorar.

Pero, posteriormente, el Deuteronomio 6:5-9 pone en labios de Moisés: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Estas palabras que hoy te mando cumplir estarán en tu corazón, y se las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando estés en tu casa, y cuando vayas por el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes”.

Sin embargo, Jesucristo dijo, según describe el evangelista Mateo: Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos. Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios.

En el evangelio de Juan, se dice: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, pero aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?… Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él…  ¡Mirad cuán gran amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios!… Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado… Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios… Todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios… El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor…En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.

En el de Lucas, Jesús dice: Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?, pues también los pecadores aman a los que los aman.

Mateo dice también en el capítulo 25: Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

Pero, ¿cómo amar a Dios? ¿cómo amar a un ser espiritual, inmenso, eterno e infinito al que no vemos y quien directamente no nos habla? ¿En qué consiste amar a Dios? Parece obvio que tenemos que amarle a través de su Creación. Amando y cuidando de todo lo que Dios ha creado: La naturaleza, las piedras, las plantas y los árboles, los animales y sobre todo El Hombre, creado a su imagen y semejanza. ¿Y cómo hacerlo? Pues mediante un comportamiento individual de cada uno de nosotros ante la naturaleza y ante el hombre. Ante los que nos rodea.

Desde el nacimiento de Jesucristo, Dios ya tiene cara, se hizo hombre. Y ese hombre, siendo Dios, nos amó hasta la muerte. A Jesucristo se le conoce por los evangelios y lo que de Él se cuenta en los hechos y cartas de los apóstoles. Y se le puede amar por lo que dijo y por lo que hizo. Pero Jesucristo nos dice, nos enseña, cómo amar a Dios: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Es decir, amar al prójimo es amar a Dios. El amor a Dios se expresa mediante el amor al prójimo, al próximo. Al que está a tu lado, a aquél con quien te cruzas. Porque en cada uno de ellos está Jesucristo: Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí… De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

Pero el amor solo es verdadero cuando es libre, cuando se ejerce libremente y, por tanto, individualmente. El Hombre es libre para elegir hacer el bien o el mal, para amar u odiar. El amor es, por tanto, una actitud individual, no colectiva, y se expresa en cada acto, en cada momento de la vida, en nuestra interactuación con la creación de Dios. Con El Hombre, creado a su imagen y semejanza. Creado con un Alma Inmortal.

El mensaje del cristianismo se basa en el amor de cada uno de nosotros al prójimo, al próximo, y huye de los colectivismos marxistas o de cualquier otra clase. Defiende la libertad y la verdad. La libertad de cada uno y la dignidad de cada hombre. Solo mediante el ejercicio de la libertad es posible ejercer la virtud. El amor y la bondad solo es real cuando se ejerce libremente.

Los regímenes socialistas o colectivistas denigran al hombre, lo obligan a comportarse de una determinada manera, acaban con su libertad y lo empobrecen mientras la clase dirigente se beneficia de la circunstancia. Tenemos el ejemplo de los regímenes soviéticos y, ahora, lamentablemente de los regímenes neocomunistas de América. Pero también ciertas socialdemocracias y las sectas religiosas que se basan en el colectivismo y en el sometimiento, aunque sea a Dios,

El Amor es el bien más importante de la vida y solo es válido cuando se ejerce voluntariamente, libremente, y es lo que nos conduce a la felicidad: La felicidad consiste en hacer felices a los demás; a los demás que te rodean; al próximo, al prójimo.