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Lo que mueve a los hombres es el sentimiento. La ilusión es lo que da sentido a su vida, a su existencia. La razón sola no basta y crea incertidumbre y un sin sentido a su existencia.
Los hombres tenemos alma, no sólo cerebro. Tenemos el sentimiento que embarga todo nuestro cuerpo y que domina nuestra mente.
No es el cerebro el que rige nuestro cuerpo sino que es todo nuestro cuerpo el que rige la actuación del cerebro.
La Ilusión, los retos, los objetivos, son la brújula que señala el sentido de nuestra vida. Más allá de la razonabilidad.
La fe en nosotros mismos nos hace mover montañas; la fe y la decisión; la voluntad. La historia está llena de ejemplos. Alejandro Magno, Hernán Cortés, consiguieron lo increíble solo porque tuvieron fe en sí mismos, creyeron en un objetivo y decidieron alcanzarlo.
Se equivocan aquellos que creen que la economía se mueve sólo por actos racionales. Se equivocan aquellos que creen que un pueblo se mueve sólo por la racionalidad y la sensatez.
Los pueblos se mueven por el sentimiento. Un sentimiento que les puede mover a la gloria o al abismo. Al progreso o a la miseria. A la Vida o al suicidio. Esta es la historia de la humanidad.
Un pueblo necesita algo más que la racionalidad. Necesita reconocerse, identificarse a sí mismo; amarse a sí mismo. Necesita esperanza, necesita ilusión por conseguir algo que va más allá de la riqueza y la comodidad. Percibir que su vida tiene valor, que su vida tiene sentido, que son los mejores, que, desde la fuerza que les da esta unión de sentimientos, son capaces de conseguir un mundo mejor.
Un pueblo, para sobrevivir, necesita reconocerse a si mismo, poner de relieve sus valores y levantarse ponerse en marcha en busca de su destino.
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