La voluntad es la capacidad de decidir libremente hacer lo que uno quiere o desea. Mediante el ejercicio de la voluntad gobernamos nuestros actos y decidimos de manera libre y consciente. El ejercicio de la voluntad es lo que nos permite ir hacia adelante, en positivo. Es lo que nos permite avanzar en nuestra realización como hombres, en nuestro conocimiento, en nuestro desarrollo.
Lo contrario a la voluntad es la indolencia, la desgana, el desinterés, el «qué más da», el «todo es relativo».
La actitud indolente, de comodidad y relativismo suele dar lugar a la reactividad, la actitud reactiva, que no responde a un acto volitivo positivo sino reactivo. Responden ante las situaciones de manera reactiva. Estas actitudes reactivas se traducen en resentimiento, envidia y, finalmente, odio.
Toda la creación de hombre, todo lo bueno y lo bello que ha desarrollado, ha sido posible mediante actos de voluntad positiva. Sin embargo, las guerras, la destrucción y la crueldad son resultado de la reactividad fruto de la indolencia, del resentimiento y la envidia.
Desgraciadamente, parece que en nuestra sociedad predomina la indolencia y el «Laissez faire», alimentada por la demagogia de los políticos, aflorando el resentimiento y el odio por doquier disfrazado a duras penas por el buenismo hipócrita.